Opinión: A 75 años de la Guerra Civil
/en Tribuna /por Escuela de HistoriaDr. David Díaz Arias
A 75 años de la Guerra Civil de 1948, ¿hay futuro para Costa Rica?
La lucha por sostener al país que fue, y forjar sobre él la nación que debe ser, es no solo una necesidad; es que si no ocurre un compromiso político que motive un verdadero proyecto social basado en lo mejor del pasado, no habrá futuro.
20 junio 2023
A 75 años de haber ocurrido la Guerra Civil de 1948, la sociedad costarricense, o mejor dicho su clase política, parece renunciar al modelo de inclusión social forjado en la Reforma Social de 1940-1943 (una de las reformas sociales más exitosas en Occidente), así como lo hizo con la mayoría de las reformas producidas por la Junta de Gobierno de 1948-1949.
La década de 1940 fue un periodo en que el país vivió una tremenda fractura social y política. La Guerra Civil, que se extendió por pocas semanas, fue solo uno de los varios clímax de violencia que se experimentaron antes (por lo menos desde 1941) y después (por lo menos hasta 1958) de 1948. Pero la estructura institucional forjada en aquellos años y reforzada después de 1953 se convirtió en la columna vertebral de la inclusión y la posibilidad de movilidad social que experimentó la sociedad costarricense en la segunda mitad del siglo XX.
A pesar de aquella fractura, hacia la década de 1980, cuando explotaron guerras civiles en la región centroamericana, la sociedad costarricense seguía teniendo la paz, la democracia y la defensa del país como conceptos fundamentales de su nación. Esos conceptos, a los que se agregaron la idea del progreso y del bienestar (una liberal y la otra socialdemócrata), sin embargo, entraron en una crisis a inicios de ese decenio.
Las transformaciones que se desarrollaron en Costa Rica después de la tremenda crisis económica de 1980-1981 hicieron que la identidad nacional se volviera volátil y se desprendiera de sus principales formas de definición, hasta el punto en que se produjo una ruptura real con el pasado. La crisis económica obligó a los políticos socialdemócratas a negociar directamente con las entidades financieras internacionales y a aplicar un proceso acelerado de reformas al Estado que se ensañaron con los pilares fundamentales de aquella “diferencia costarricense”.
La educación pública primaria y secundaria retrocedió en términos de apertura y garantía de movilidad social, dando un golpe específico a los sectores medios y, particularmente, a los pobres. El desgaste del modelo de Estado llevó a un replanteamiento de los servicios principales y a intentos de venta, privatización y apertura de instituciones estales, así como a cambios en los sistemas de pensión y de comunicación entre los políticos y los ciudadanos.
El bipartidismo, de alguna forma existente desde 1953 pero consolidado después de 1978, entró en crisis. De esa forma, las elecciones presidenciales del 2018 mostraron a un país dividido por visiones morales que se suponían sepultadas en el siglo XIX, de forma que una importante cantidad de ciudadanos votaron con la idea de que Costa Rica debía ser una república regida por la religión.
"Pero la estructura institucional forjada en aquellos años y reforzada después de 1953 se convirtió en la columna vertebral de la inclusión y la posibilidad de movilidad social que experimentó la sociedad costarricense en la segunda mitad del siglo XX."
La división social, en todo caso, es más compleja, como se vio con la huelga de los empleados públicos contra el llamado combo fiscal impulsado por el gobierno de Alvarado en la segunda mitad del 2018, que llevó a que el presidente y el Partido Acción Ciudadana perdieran un gran porcentaje del apoyo que tuvieron para ganar la presidencia. La Costa Rica que llegó al bicentenario y que experimentó la pandemia por Covid-19 era un país en crisis, dividido, más desigual y crecientemente más violento. Ahora, el problema del narcotráfico y la inseguridad ciudadanas han sido una manifestación de ese país que se pierde.
Salir de la crisis actual involucra, a fuerza, un nuevo pacto social. Somos una sociedad escindida, pero eso no es un fenómeno de ahora; como se ha indicado, en el pasado ha habido momentos de graves rompimientos sociales y la nación supo mantenerse unida. Tampoco es un fenómeno nuevo los actores que explotan esa fragmentación, ni sus discursos. Lo que sí parece nuevo, es que esos residuos de enfrentamiento que vienen del pasado cercano han provocado una acumulación confrontativa que tiene un escenario casi por estallar. A esa potente mixtura se añaden una creciente desigualdad social.
La lucha por sostener al país que fue, y forjar sobre él la nación que debe ser, es no solo una necesidad; es que si no ocurre un compromiso político que motive un verdadero proyecto social basado en lo mejor del pasado, no habrá futuro.