Voz experta: Masculinidades y violencia en las campañas electorales durante la Guerra Fría en Costa Rica

M.Sc. José Daniel Jiménez Bolaños

Voz experta: Masculinidades y violencia en las campañas electorales durante la Guerra Fría en Costa Rica

La necesidad de parecer duro hace que un presidente adopte posiciones autoritarias frente aquellos grupos e instituciones que lo cuestionen o problematicen sus políticas

29 de diciembre de 2022

El discurso político y, especialmente, los diferentes discursos que se despliegan en los medios de comunicación durante el periodo de campaña electoral son de los principales mecanismos por medio de los cuales se abre la posibilidad de construir, cuestionar y perpetuar elementos de la masculinidad. Las campañas electorales se pueden leer como espacios para la representación ritualizada de las masculinidades; lugares de demostración de los ideales de género, interpretados socialmente como requisitos para ocupar el puesto público de mayor importancia: la presidencia.

Desde el final de la Guerra Civil de 1948 y la consolidación de la polarización ideológica en el marco de la Guerra Fría, las actitudes culturales hacia la masculinidad presidencial han sido moldeadas, en gran medida, por la potencial amenaza externa, y sus posibles ramificaciones locales. En medio de un mundo que era interpretado como lleno de amenazas comunistas listas para hacerle daño a Costa Rica, la figura del presidente debía encarnar y exhibir fuerza, dureza e intolerancia total hacia esos supuestos enemigos. Por lo tanto, la construcción de masculinidades en el contexto de la segunda mitad del siglo XX está íntimamente vinculada con el despliegue de la violencia política, dirigida, en su mayor parte, a evitar que esos otros amenazantes pudieran acceder al poder.

Las campañas electorales son un espacio idóneo para la difusión y la competencia de ideologías culturales y políticas, por lo tanto, pueden ser también entendidas como luchas entre diferentes versiones del ideal masculino hegemónico, así como disputas sobre el tipo de cualidades masculinas mayormente apreciadas y esperadas por la mayoría del público elector. Quién es y cómo actúa el candidato presidencial – así como la forma en que la masculinidad es representada y construida en los discursos – tiene una gran influencia en la producción y reproducción de normas sociales y expectativas de lo que significa ser un hombre de verdad.i

En este contexto, las plazas públicas habían adquirido un peso simbólico muy fuerte en la cultura político-electoral; eran lugares de fiesta y celebración, y la tribuna era el escenario en el que los políticos ejecutaban una obra ritualizada, en la cual el candidato debía dar cuenta de sus cualidades y méritos para ser presidente, al mismo tiempo que los oponentes eran colocados en el lugar del villano, incapaces de asumir las riendas del país y siempre dispuestos a la subversión.

Otra actividad de demostración de fuerza que está presente es la toma simbólica de las principales avenidas del casco central de la ciudad de San José. Tanto las plazas públicas como la toma de las avenidas – además de ser espacios de celebración y fervor político – fueron también escenario para el despliegue de la violencia: insultos, golpes, disturbios, turbas, matonismo, brigadas de choque, hordas, mafias, prácticas gansteriles, batallas campales y luchas callejeras son algunos de los términos utilizados para caracterizar estas actividades. A continuación se presentan algunos casos específicos.

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Campaña de 1953

Durante la campaña de 1953, en la que se enfrentaron José Figueres Ferrer del Partido Liberación Nacional (PLN) y Fernando Castro Cervantes del Partido Demócrata (PD), hubo constantes acusaciones de violencia política ejercida por los partidarios.

Desde la perspectiva liberacionista, la estrategia de sus opositores consistía en enviar “grupos de matones a provocar, durante la reunión, a figueristas que oyen los discursos a prudente distancia. Estos matones, al ver que el figuerismo no les hace caso, interpretan esa actitud como temor, y se pasan obligando a los figueristas a darles su merecido.”ii Desde el discurso del PLN, sus opositores eran catalogados como matones, como individuos que buscan generar conflicto e intimidar a la población. Hay una crítica al uso de la violencia, no obstante, dicha crítica es ambigua, ya que por un lado se les reprocha a sus contrincantes el matonismo, pero al mismo tiempo se reservan para sí mismos una potencial respuesta violenta.

Las acusaciones de violencia no provenían exclusivamente del PLN. Por ejemplo, el PD culpó a los liberacionistas de cometer actos de barbarie, de mandar turbas para que lanzaran piedras en las actividades políticas, por ejemplo en Cartago,iii y en Tilarán donde, incluso, se le achacó a Figueres que “las pasiones al rojo vivo que despierta sus prédicas […] dieron lugar a que se provocara entre vecinos de aquel lugar una grave serie de incidentes.”iv En el club político del PD en Alajuela se dio un conflicto debido a que grupos de figueristas se situaban frente al edificio para gritar e insultar. En esa ocasión se afirmó que a los liberacionistas “les fue muy mal y salieron duramente castigados, pero esta vez con el éxito inicial que dan la sorpresa y la agresión cobarde y carente de hombría […] demostraron su malacrianza, su agresividad y su falta de cultura.”v Dichas agresiones fueron, incluso, condenadas por el presidente Otilio Ulate, quien se posicionó como un “hombre decente” a quien este tipo de actos le producen indignación.vi

Campaña de 1970

Para las elecciones de ese año se perfilaban dos candidatos principales: José Figueres Ferrer del PLN y Mario Echandi Jiménez del Partido Unificación Nacional (PUN). Al igual que sucedió en ocasiones anteriores, fue a mediados de enero – a escasas semanas del día de la votación – cuando la violencia callejera se desató.

Caricatura del presidente que protege al país del comunismo
Fuente: Partido Unión Nacional, “Campo pagado”, Diario de Costa Rica, 7 de enero de 1962, 4.

En un editorial de La Nación se informó que, desde hace días, los partidos políticos habían empezado con la práctica de tomar las vías céntricas de la capital como una forma de demostración de fuerza y desafío. Se señaló que “quien concibió ese nuevo método de campaña política, que inmediatamente ha sido emulado por los otros partidos, se propuso buscar en la calle, en la agitación de masas, lo que no encuentra en la propaganda oficial […] algo que suscite pasión y exaltación de los ánimos.”vii

Eso fue lo que sucedió el 16 de enero, ya que al menos 20 personas resultaron heridas en la Avenida Central, se destruyeron las vitrinas de múltiples tiendas y la policía tuvo que intervenir.viii En un segundo disturbio el 23 de enero, fueron detenidas 30 personas que se habían situado en la misma avenida,ix incluso el Instituto Costarricense de Turismo (ICT) se manifestó, argumentando que la violencia callejera afectaba la promoción del turismo extranjero, dejando en entredicho el nombre del país.x En medio de este contexto conflictivo, los delegados del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) tuvieron que afrontar las luchas callejeras, ejerciendo como mediadores entre los partidos y propiciando un “pacto de caballeros” con el fin de frenar la violencia.xi

Mario Echandi criticó varias veces a Figueres por su carácter violento y por su actitud en las plazas públicas. En un discurso televisado, el candidato del PUN afirmó que su oponente liberacionista había utilizado la tribuna política en Orotina y Nicoya para asegurar que “su método de acción política va a ser el garrote para los costarricenses.”xiiEn repetidas ocasiones Echandi hizo alusión a la supuesta “crisis nerviosa” que dominaba a Figueres. De acuerdo con el discurso del PUN, era alguien con los nervios quebrados, con crisis de temperamento, con poses de matonismo e incapaz de dominar sus emociones.xiii. Incluso se llegó a afirmar que Figueres había supuestamente golpeado con un palo al menor de edad Mariano Campos Garita.xiv En un campo pagado firmado por varias mujeres se exclamó: “Alto ahí Figueres. Vapulear menores no es de hombres. Eso es el matonismo llevado al máximo extremo.”xv

"Tanto las plazas públicas como la toma de las avenidas - además de ser espacios de celebración y fervor político - fueron también escenario para el despliegue de la violencia: insultos, golpes, disturbios, turbas, matonismo, brigadas de choque, hordas, mafias, prácticas gansteriles, batallas campales y luchas callejeras son algunos de los términos utilizados para caracterizar estas actividades."

Campaña de 1974

Compleja por la gran cantidad de candidatos: Daniel Oduber Quirós por el PLN, Fernando Trejos Escalante por el PUN, Jorge González Martén del Partido Nacional Independiente (PNI), Rodrigo Carazo Odio del Partido Renovación Democrática (PRD), G.W. Villalobos del Partido Demócrata (PD) y Manuel Mora del PASO. Al igual que en las campañas anteriores, fue a mediados de enero cuando los brotes de violencia callejera se empezaron a dar.

El 11 de enero se informó que grupos de jóvenes de Liberación y Unificación recorrieron la Avenida Central de San José, lo que desembocó en un intercambio de insultos y una lucha de banderazos que tuvo como resultado el envío de 7 personas al hospital.xvi En esa misma semana se comunicó que el club del PUN en el centro de San José había sido atacado por partidarios del PLN, lanzando piedras, rompiendo vidrios y lastimando a las personas que se encontraban en su interior, a lo que el TSE tuvo que intervenir.xvii En relación con estos hechos, desde el PUN se manifestó que “lo que pasa es que están envalentonados con las palabras del presidente Figueres, cuando dijo que nos iba a dar garrote.”xviii

Dicha afirmación hace referencia a una conferencia celebrada por Figueres en San Rafael de Cinco Esquinas, en Tibás, donde reprochó la publicación de un campo pagado del PUN sobre los gastos de Casa Presidencial y Relaciones Exteriores. Al respecto afirmó que “como gobernante tengo que contestar esas majaderías. A los mentirosos les daré una paliza.”xix Por su parte, Julio Suñol manifestó en un editorial del Diario de Costa Rica que el presidente Figueres “ofreció dar ‘una paliza a los mentirosos’. Los mentirosos son los que se le oponen. Quienes no coinciden con sus puntos de vista.”xx Para Suñol, las declaraciones de Figueres eran evidencia de la decadencia que vivía el país, ya que se presentaba un escenario donde solo se podía esperar lo peor: un campo de batalla que llevaría al país por la vía del enfrentamiento armado.xxi

Campaña de 1982

En la contienda en que se enfrentaron Luis Alberto Monge Álvarez del PLN, Rafael Ángel Calderón Fournier de la Unidad y Mario Echandi Jiménez del Movimiento Nacional, la violencia callejera se va a desatar a escasos días de la fecha de las votaciones. La Avenida Central y su posesión simbólica entre partidarios de las dos principales agrupaciones políticas fue lo que hizo estallar una lucha a garrotazos, hubo cinco jóvenes que tuvieron que ser enviados al Hospital San Juan de Dios, uno de ellos inconsciente.xxii Durante la misma semana, en una manifestación política de la Unidad en la ciudad de Palmares, estalló una bomba de gases lacrimógenos entre la multitud.

Muy similar a la estrategia de Virgilio Calvo durante la campaña de 1970, y de Carazo en la de 1974, Echandi se balanceaba entre el despliegue de violencia de los otros partidos políticos, lo que le abrió la posibilidad de representarse lejos de los supuestos extremismos, como el candidato de la paz, y el unificador de la familia costarricense, discurso que ya había utilizado en sus campañas anteriores de 1953, 1958 y 1970. En un contexto de crisis económica e intensificación del conflicto armado centroamericano, la construcción de la masculinidad en el ámbito de las campañas electorales experimentó una transformación: ya no se trataba de demostrar la violencia del candidato opositor, sino de tomar posesión simbólica de la paz. Las campañas políticas durante esta década se caracterizaron por una competencia entre los candidatos por establecer quién de ellos era su legítimo representante.

 

Caricatura de José Figueres Ferrer con un garrote
Fuente: Partido Unificación Nacional, “Campo pagado”, La Nación, 21 de enero de 1970, 37.

 

Masculinidades contemporáneas

La relación notoria entre la masculinidad y la política ha ido adquiriendo una centralidad notable en las discusiones contemporáneas a nivel internacional. Ante un panorama donde el compromiso, el diálogo y el consenso son vistos como signos de debilidad por parte de una configuración de masculinidad militante y combativa, la necesidad de parecer duro hace que un presidente adopte posiciones autoritarias frente aquellos grupos e instituciones que lo cuestionen o problematicen sus políticas. Se trata de una forma de masculinidad que no solo está en desacuerdo con otros sectores, sino que los demoniza, para menospreciarlos con apodos y ataques. Se hace necesario pensar críticamente sobre la relación entre masculinidad y política, tanto en el presente como en el pasado.

i Jackson Tambor Katz, “The Presidency as Pedagogy: A Cultural Studies Analysis of Violence, Media and the Construction of Presidential Masculinities,” (Tesis de doctorado, Los Angeles, University of California, 2009).

ii PLN, “El castrismo se violenta,” La República, 8 de julio de 1953, 9

iii “Cartago contra Figueres,” Diario de Costa Rica, 11 de julio de 1953; PD, “El figuerismo sepultó a José Figueres,” La Nación, 21 de julio de 1953, 21.

iv PD, “El figuerismo deja una estela de dolor por los lugares que transita,” La Nación, 4 de julio de 1953, 6.

v PD, “Rabioso ante la inminencia de su derrota el Figuerismo inició una etapa de provocaciones,” La Nación, 15 de julio de 1953, 8.

vi PD, “Las declaraciones del señore presidente Ulate,”, La Nación, 17 de julio de 1953, 9.

vii “Editorial: Propaganda y campaña política,” La Nación, 16 de enero de 1970, 14.

viii “Heridos anoche en refriegas en Avenida Central entre simpatizantes de los partidos políticos,” La Nación, 17 de enero de 1970, 32.

ix “Guardia Civil controló a provocadores,” La Nación, 24 de enero de 1970, 12.

Caricatura sobre la violencia electoral
Fuente: Sin título, La República, 21 de enero de 1986, 10.

x ICT, “Un llamado a la cordura,” La Nación, 24 de enero de 1970, 30.

xi “Editorial: El ejemplo de los delegados del T.S.E.,” La República, 28 de enero de 1970, 8.

xii PUN “Un hombre con los antecedentes de Figueres, no puede hacerle al pueblo la ofensa de pretender la Presidencia,” La República, 8 de enero de 1970, 18.

xiii PUN, “Esta es la diferencia,” La República, 15 de enero de 1970. 15; Mario Echandi, “Indigna a los costarricenses que Figueres ofrezca dar palo a los ciudadanos,” La Nación, 3 de enero de 1970, 23; PUN, “Ciérrele el paso al comunismo,” La Nación, 13 de enero de 1970, 32; PUN, “La victoria de Unificación será arrolladora,” La Nación, 24 de enero de 1970, 33.

xiv PUN, “Figueres agredió personalmente a un menor de edad,” La República, 13 de enero de 1970, 7.

xv PUN, “Cortina de humo para palabrotas de Figueres tienen mujeres liberacionistas,” La República, 14 de enero de 1970 12

xvi “Disturbios anoche en la Avenida Central: 7 heridos,” La Nación, 11 de enero de 1974, 8A.

xvii “Asaltado anoche por elementos de Liberación club de la Unificación,” La Nación, 12 de enero de 1974, 6A.

xviii “Guardia Civil sitió ayer el club de Unificación Nacional,” La Nación, 13 de enero de 1974, 6A.

xix “Figueres: G.W. ganará…”, La República, 11 de enero de 1974, 1.

xx Julio Suñol, “Editorial: Una paliza presidencial,” Diario de Costa Rica, 13 de enero de 1974, 4.

xxi Julio Suñol, “Editorial: Violencia maldita,” Diario de Costa Rica, 14 de enero de 1974, 4.

xxii “Violencia política estalló anoche,” La República, 27 de enero de 1982, 8.

José Daniel Jiménez Bolaños
Docente de la Escuela de Historia e investigador del Centro de Investigación en Identidad y Cultura Latinoamericanas
josedaniel.jimenez@ucr.ac.cr

Voz experta: Las primeras novelistas costarricenses

M.Sc. Iván Molina Jiménez

Voz experta: Las primeras novelistas costarricenses

Diez mujeres destacan como escritoras de novelas en la primera parte del siglo XX, a pesar de las desventajas que experimentaban en relación con los autores masculinos

13 de diciembre de 2022

La fiebre por la lectura de novelas, que en otras partes del mundo occidental fue un fenómeno de finales del siglo XVIII, se manifestó en Costa Rica después de la independencia (1821). Los principales consumidores de este género literario fueron los jóvenes –incluidas las mujeres– pertenecientes a familias acomodadas urbanas.

Según los anuncios periodísticos, los catálogos de las librerías y los inventarios sucesorios, las novelas leídas eran predominantemente europeas –sobre todo francesas–, con una preferencia por las publicadas de 1800 en adelante.

Aunque algunas de esas novelas empezaron a ser serializadas por los periódicos josefinos desde 1846, fue necesario esperar a 1869 para que en Costa Rica se publicara la primera novela en forma de libro. En este año, por iniciativa del español Alejandro Cardona Llorens, la tipografía estatal imprimió Danaë de Bernard-Adolphe Granier de Cassagnac, originalmente dada a conocer en Francia en 1840.

Poco después, esa misma tipografía produjo la primera novela original publicada en Costa Rica: Emelina. Escrita por el médico, masón y emigrado político cubano, Luis Martín de Castro, circuló en 1873.

Nacionalización

El giro hacia la nacionalización de la novela ocurrió solo en la década de 1880, en el contexto de la invención de la nación, que tuvo por eje –según las investigaciones de Steven Palmer– la recuperación de la guerra de 1856-1857 contra los filibusteros liderados por William Walker y la conversión de Juan Santamaría en héroe nacional.

Juan Durán Luzio indica que, en 1888, el abogado Manuel Argüello Mora, sobrino del expresidente Juan Rafael Mora Porras, publicó por entregas en Costa Rica Ilustrada, la novela “Risas y llanto. Escenas de la vida en Costa Rica”. Dicha revista la reimprimió de nuevo en 1890 y en 1899 circuló la versión definitiva en forma de libro, pero con un título diferente: Misterio.

De esta forma, casi setenta años después de la independencia, se publicó la primera novela costarricense. Su autor, nacido en 1834, fue uno de esos jóvenes que creció durante la fiebre inicial por la lectura de novelas.

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Producción

Entre 1890 y 1949, se ubica un primer ciclo de producción novelística en el país, que supuso la publicación de 118 novelas para un promedio de casi dos obras por año; sin embargo, cuando los datos se consideran decenalmente, se observa una tendencia inicial al crecimiento.

Si en la década de 1890 se publicaron 6 novelas, esa cifra ascendió a 18 en la de 1900, a 22 en la de 1910 y a 30 en la de 1920. En la de 1930 –en el contexto de la Gran Depresión–, ese total se redujo a 18 títulos y se elevó a 24 en la de 1940.

De esas 118 novelas, 19 fueron escritas por extranjeros radicados temporal o permanentemente en el país. Además, 22 obras, elaboradas por costarricenses, circularon por vez primera en el exterior, sobre todo en Argentina, España y México.

Por último, de esas 118 novelas, 24 fueron publicadas originalmente en revistas o periódicos y 94 como libros. De estos últimos, 14 tenían 49 páginas o menos, 16 de 50 a 99 páginas, 27 de 100 a 199 páginas y 33 más de 200 páginas (en cuatro casos no se pudo determinar la extensión).

Mercado

El bajo promedio anual de novelas, el considerable porcentaje de las que circularon en periódicos y revistas y la alta proporción de las que tenían menos de cien páginas son indicadores de una cultura de la publicación dominada por las imprentas.

Dado que a los autores les correspondía financiar sus obras o buscar los recursos para hacerlo, poco sorprende que algunos las publicaran en revistas y periódicos o redujeran su extensión para minimizar los costos del tiraje.

Pese a que desde la década de 1900 hubo esfuerzos por establecer editoriales en el sector privado, tales iniciativas fueron efímeras. A tal fracaso contribuyó la pequeñez del mercado cultural: en 1949, la población apenas ascendía a 859.908 habitantes (según Héctor Pérez Brignoli), la urbanización era limitada y las coberturas de la enseñanza secundaria (7,3 por ciento) y la universitaria (1,3 por ciento) eran muy reducidas.

La Universidad de Costa Rica fundó en 1946 la primera casa editora estatal. Aunque esta fue la primera editorial pública que hubo en América Central –se adelantó a la creada en el Ministerio de Educación Pública de Guatemala en 1948–, concentró su quehacer en publicar estudios académicos, no obras literarias.

"La fiebre por la lectura de novelas, que en otras partes del mundo occidental fue un fenómeno de finales del siglo XVIII, se manifestó en Costa Rica después de la independencia (1821). Los principales consumidores de este género literario fueron los jóvenes –incluidas las mujeres– pertenecientes a familias acomodadas urbanas."

Género

De las 118 novelas aquí analizadas, 101 fueron escritas por 54 hombres y 17 por 10 mujeres, para un promedio por persona de 1,9 obras en el caso de los primeros y de 1,7 en lo que respecta a las segundas. Si en términos de producción la ventaja masculina fue muy amplia, en productividad fue mínima.

Tal diferencia se explica por dos razones. Por un lado, aunque desde inicios del siglo XX el acceso de hombres y mujeres a la enseñanza secundaria tendió a equipararse, no ocurrió lo mismo con la educación universitaria, donde estas últimas estaban en franca desventaja.

Por otro, las mujeres disponían de menos posibilidades de reunir los recursos necesarios para costear la publicación de sus novelas o de conseguir que otras personas o entidades financiaran la impresión.

Se pueden distinguir tres períodos en la producción de novelas femeninas publicadas en el país: de 1904 a 1929 se publicaron 12 obras, 9 escritas por extranjeras y 3 por nacionales; de 1930 a 1940 no circuló ninguna; y de 1941 a 1949 se imprimieron 5 títulos, todos escritos por costarricenses.

No se incluye en este cálculo a Yolanda Oreamuno Unger, cuya obra, La ruta de su evasión, circuló en Guatemala en 1950 (la primera novela femenina con un enfoque predominante de género y en ser publicada fuera de Costa Rica).

Al considerar el caso de Costa Rica en el contexto de América Central, se observan tres variantes en relación con lo que fue la publicación de las primeras novelas femeninas: una etapa temprana en Honduras (1895) y Costa Rica (1904), una tardía en El Salvador (1926), Nicaragua (1935) y Guatemala (1938), y una más cercana al presente en Panamá (1953) y Belice (1982).

Extranjeras

La primera novela femenina publicada en Costa Rica fue “La pastora de los ángeles”. Escrita por la española Caridad Salazar Fernández, circuló en el periódico alajuelense El Poás en 1904.

Salazar, quien llegó a vivir a Costa Rica a los tres años según Benedicto Víquez Guzmán, fue la novelista más prolífica del período anterior a 1950, pues publicó, además, La cruz de Caravaca (1924), El legado (1925), Flor de café (1926) y Un Robinson tico (1927).

En 1907, se publicó una segunda novela femenina y la primera en forma de libro: Almas de pasión, de la puertorriqueña Julieta Puente. Casada con el diplomático británico Charles McGrigor, Puente publicó una segunda novela en el país, Voluntad y redención, en 1929.

Dos extranjeras más produjeron novelas en Costa Rica, la española Juana Fernández Ferraz y la alemana Anny Fait. La primera, madre de Caridad Salazar y hermana de los intelectuales Víctor, Juan y Valeriano Fernández Ferraz que tanto influyeron en la educación costarricense a finales del siglo XIX, dio a conocer El espíritu del ríoen 1912. A su vez, la segunda publicó, en 1927, En el valle.

Costarricenses

La novela femenina costarricense comenzó a nacionalizarse en 1908, cuando María Fernández Le Capellain –hija del abogado y político Mauro Fernández Acuña– publicó en la revista teosófica Virya la novela Zulai y allí mismo circuló Yontá en 1909. Definidas como de “costumbres indias”, ambas obras fueron impresas como libro en este último año y tuvieron una tercera edición en 1919.

Pese a que fueron las novelas femeninas con más ediciones antes de 1950, su impacto literario fue muy limitado, a lo que contribuyó que Fernández fuera la esposa del dictador Federico Tinoco Granados, con quien partió al exilio precisamente en 1919.

Aparte de Fernández, la única otra escritora costarricense que incursionó en el género novelístico antes de 1920 fue Carmen Lyra. En 1918, publicó la más importante novela femenina de la primera mitad del siglo XX: En una silla de ruedas.

Fue solo en la década de 1940 que se reinició la publicación de novelas femeninas escritas por costarricenses: Victoria Garrón Orozco publicó Castelldefels (1941), Rosalía Muñoz Picado, Alma (1942) y Sacrilegio (1944); Edelmira González Herrera, Alma llanera (1946); y María del Socorro González Quesada –hija del escritor y diplomático Manuel González Zeledón–, Aparta de tus ojos (1947).

De todas estas mujeres, solo Carmen Lyra no procedía de familias acomodadas y carecía de vínculos con círculos de intelectuales y políticos; además, fue la única que se integró al Partido Comunista en 1931.

* La presente publicación es producto del proyecto “La publicación de novelas en Costa Rica en la larga duración (1869-2021)”, financiado por la Vicerrectoría de Investigación y realizado en el Centro de Investigación en Identidad y Cultura Latinoamericanas de la Universidad de Costa Rica.

Iván Molina Jiménez
Docente de la Escuela de Historia e investigador del Centro de Investigación en Identidad y Cultura Latinoamericanas (Ciicla)
ivan.molina@ucr.ac.cr

Voz experta: Estrategias coloniales, la vida de dos conquistadores de Costa Rica

Dr. Eduardo Madrigal Muñoz

Voz experta: Estrategias coloniales, la vida de dos conquistadores de Costa Rica

Los conquistadores y sus descendientes utilizaron todos los medios materiales y simbólicos que tuvieron a su alcance para lograr el éxito y la consolidación social

4 de enero de 2023

Las estrategias de vida de los actores sociales particulares muestran el proceso de formación de una colonia, el cual también puede ser explicado a partir de los movimientos vitales y lazos sociales de los individuos que la fundaron y la habitaron. Esto es posible verlo con gran claridad a través de las vidas de los conquistadores que arribaron a Costa Rica en el siglo XVI y de sus descendientes. De ello son particularmente reveladoras las vidas de Juan Solano y Francisco Ramiro Corajo.

El primero de estos personajes, Juan Solano, nació en Trujillo, Extremadura, entre 1538 y 1540 y llegó a Costa Rica como uno de los hombres de confianza del adelantado Juan de Cavallón, hacia 1561. Rápidamente fue nombrado en puestos políticos como, por ejemplo, regidor de Garcimuñoz y alcalde ordinario de Cartago. Luego ocupó otros puestos bajo el mando de distintos adelantados (capitanes) de conquista y gobernadores coloniales. Esto significa que sus superiores le reconocieron desde un principio un estatuto social del que otros conquistadores no gozaban, lo que indica que puede haber sido un individuo proveniente de la baja nobleza española. Falleció en Cartago en 1613 o 1615.

Como medios de riqueza, se le conoce únicamente haber sido encomendero de Puririce y Garavito. Luego se menciona que era también encomendero de Barva, en 1599. Esto es fundamental porque la encomienda (reparto de indígenas conquistados que debían trabajar para pagar tributo a cada conquistador) era fundamental en la época como medio de riqueza, pero también como objeto de prestigio social, pues concedía a sus beneficiarios el título noble de “don” y la posibilidad de ser “señores de vasallos.” Esto hizo que los conquistadores despreciaran otros medios de riqueza como la agricultura y el comercio, quizá considerados indignos de ellos. Esto demuestra la importancia de lo simbólico para el grupo inicial de conquistadores

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Aparte de lo anterior, Juan Solano también tuvo puestos en la Real Hacienda, lo que indica que debe haber tenido cierta educación, para poder desempeñarlos. Así pues, es visible que aprovechó muy bien la oportunidad de ascenso social que le brindó la conquista y supo capitalizar sus otras capacidades –como su nobleza y educación- para escalar posiciones en la política y la sociedad mediante el servicio al rey. Con ello fue un componente esencial que contribuyó a construir a Costa Rica como una colonia, después de la conquista.

Además, Solano también aprovechó la posibilidad de establecer lazos sociales, siempre con los mismos fines de escalar posiciones, pero también con miras a reproducirse en la larga duración. Se casó en Panamá, en 1576, con doña Mayor de Benavides y Grado, rica heredera originaria de Jerez de los Caballeros. Con ello obtuvo, sin duda alguna, grandes beneficios materiales y simbólicos.

Con esta dama, Solano procreó 9 hijos. Lo más destacable de ellos es que todas las mujeres se casaron con hombres de alta posición social, muchos de ellos venidos de fuera de la colonia, como fue el caso de Jorge de Alvarado (conectado con Pedro de Alvarado, conquistador de Guatemala), Francisco de Ocampo Golfín o Luis Cascante de Rojas (rico finquero de la región de Escazú). De estas uniones nacieron los más poderosos linajes coloniales que habrían de regir desde entonces la vida de la colonia. Esto muestra la importancia de las líneas femeninas como transmisoras del poder y la riqueza en esta época, elemento que era estratégicamente aprovechado por quienes buscaban casarse con ellas y que contribuyó a configurar la elite gobernante de la provincia.

"Es posible ver que los conquistadores y sus descendientes utilizaron todos los medios materiales y simbólicos que tuvieron a su alcance para lograr el éxito y la consolidación social, aún si en algunos casos estas estrategias resultaron fracasadas. Contribuyeron con ello no solo a la creación, sino también a la transformación de las estructuras políticas, sociales y económicas de la Costa Rica de su época."

Los varones de la familia, por su parte, se dedicaron a diversas actividades productivas, como el comercio exterior, que se volvió la fuente privilegiada de enriquecimiento a partir de la segunda década del siglo XVII en Costa Rica. También tuvieron importantes posiciones en la política, principalmente a través de puestos de cabildo y uno de ellos en la iglesia. Esto muestra claramente que, a partir de esta generación, se produjo un cambio de estrategia entre los descendientes de los conquistadores, que se inclinaron más por el comercio exterior. Con esta nueva estrategia dieron un claro giro a toda la economía de la provincia.

Empero, en varios casos, los hijos de Solano murieron sin dejar descendencia, aunque sí se casaron con herederas poderosas, o tuvieron solo hijos naturales, que terminaron por fallecer sin descendencia también. Ello produjo que su apellido desapareciera en las generaciones siguientes, aunque los hijos naturales siguieron detentando posiciones importantes en la riqueza y el poder.

El otro conquistador, Francisco Ramiro Corajo, llegó a Costa Rica con Perafán de Rivera en 1568 y aportó armas y soldados a su costa a la conquista. Esto indica que era un individuo con recursos económicos y probablemente de la nobleza. En vista de ello también fue premiado con encomiendas. También tuvo un intenso involucramiento en la política, como regidor y en otros puestos, y tampoco tuvo otras actividades económicas aparte de la encomienda, de la cual aparentemente vivía.

Se casó con doña Francisca de Zúñiga y con ella procreó tres hijos, dos de ellos varones y una mujer. El menor de los varones nunca se casó, pero el mayor y la mujer lo hicieron con dos miembros de una poderosa familia de tesoreros de la Real Hacienda de Nicaragua. El primogénito, García Ramiro, tuvo un gran involucramiento en puestos políticos e incluso movilizó contactos con familiares suyos en España para conseguírselos. También tuvo poderosas conexiones económicas, pues entabló numerosos negocios comerciales en Panamá. Esto indica el poder y alcance de sus relaciones sociales, pues manejó conexiones a escala del imperio y también fue responsable del redireccionamiento de la economía de Costa Rica de la encomienda hacia el comercio exterior en este tiempo.

Sus hijos fueron personajes políticamente involucrados y movilizaron importantes capitales asociados principalmente al comercio de exportación y a la ganadería en el Pacífico Central, negocio que también estaba teniendo un gran desarrollo en su tiempo.

Sin embargo, como en el caso anterior, solo sus hijas lograron entablar conexiones familiares redituables y procrear linajes consistentes, mientras que los varones fracasaron en este cometido pues no se volvieron a involucrar en el poder político ni económico y, finalmente, dos de ellos emigraron de la provincia sin dejar mayores huellas en ella.

Así, es posible ver que los conquistadores y sus descendientes utilizaron todos los medios materiales y simbólicos que tuvieron a su alcance para lograr el éxito y la consolidación social, aún si en algunos casos estas estrategias resultaron fracasadas. Contribuyeron con ello no solo a la creación, sino también a la transformación de las estructuras políticas, sociales y económicas de la Costa Rica de su época.

Eduardo Madrigal Muñoz
Docente de la Escuela de Historia e investigador del Centro de Investigación en Identidad y Cultura Latinoamericanas (Ciicla)
eduardo.madrigal@ucr.ac.cr