Información sobre publicaciones en medios de comunicación realizados por estudiantes o docentes de la Escuela de Historia

Voz experta: Estrategias coloniales, la vida de dos conquistadores de Costa Rica

Dr. Eduardo Madrigal Muñoz

Voz experta: Estrategias coloniales, la vida de dos conquistadores de Costa Rica

Los conquistadores y sus descendientes utilizaron todos los medios materiales y simbólicos que tuvieron a su alcance para lograr el éxito y la consolidación social

4 de enero de 2023

Las estrategias de vida de los actores sociales particulares muestran el proceso de formación de una colonia, el cual también puede ser explicado a partir de los movimientos vitales y lazos sociales de los individuos que la fundaron y la habitaron. Esto es posible verlo con gran claridad a través de las vidas de los conquistadores que arribaron a Costa Rica en el siglo XVI y de sus descendientes. De ello son particularmente reveladoras las vidas de Juan Solano y Francisco Ramiro Corajo.

El primero de estos personajes, Juan Solano, nació en Trujillo, Extremadura, entre 1538 y 1540 y llegó a Costa Rica como uno de los hombres de confianza del adelantado Juan de Cavallón, hacia 1561. Rápidamente fue nombrado en puestos políticos como, por ejemplo, regidor de Garcimuñoz y alcalde ordinario de Cartago. Luego ocupó otros puestos bajo el mando de distintos adelantados (capitanes) de conquista y gobernadores coloniales. Esto significa que sus superiores le reconocieron desde un principio un estatuto social del que otros conquistadores no gozaban, lo que indica que puede haber sido un individuo proveniente de la baja nobleza española. Falleció en Cartago en 1613 o 1615.

Como medios de riqueza, se le conoce únicamente haber sido encomendero de Puririce y Garavito. Luego se menciona que era también encomendero de Barva, en 1599. Esto es fundamental porque la encomienda (reparto de indígenas conquistados que debían trabajar para pagar tributo a cada conquistador) era fundamental en la época como medio de riqueza, pero también como objeto de prestigio social, pues concedía a sus beneficiarios el título noble de “don” y la posibilidad de ser “señores de vasallos.” Esto hizo que los conquistadores despreciaran otros medios de riqueza como la agricultura y el comercio, quizá considerados indignos de ellos. Esto demuestra la importancia de lo simbólico para el grupo inicial de conquistadores

Publicado originalmente en

Aparte de lo anterior, Juan Solano también tuvo puestos en la Real Hacienda, lo que indica que debe haber tenido cierta educación, para poder desempeñarlos. Así pues, es visible que aprovechó muy bien la oportunidad de ascenso social que le brindó la conquista y supo capitalizar sus otras capacidades –como su nobleza y educación- para escalar posiciones en la política y la sociedad mediante el servicio al rey. Con ello fue un componente esencial que contribuyó a construir a Costa Rica como una colonia, después de la conquista.

Además, Solano también aprovechó la posibilidad de establecer lazos sociales, siempre con los mismos fines de escalar posiciones, pero también con miras a reproducirse en la larga duración. Se casó en Panamá, en 1576, con doña Mayor de Benavides y Grado, rica heredera originaria de Jerez de los Caballeros. Con ello obtuvo, sin duda alguna, grandes beneficios materiales y simbólicos.

Con esta dama, Solano procreó 9 hijos. Lo más destacable de ellos es que todas las mujeres se casaron con hombres de alta posición social, muchos de ellos venidos de fuera de la colonia, como fue el caso de Jorge de Alvarado (conectado con Pedro de Alvarado, conquistador de Guatemala), Francisco de Ocampo Golfín o Luis Cascante de Rojas (rico finquero de la región de Escazú). De estas uniones nacieron los más poderosos linajes coloniales que habrían de regir desde entonces la vida de la colonia. Esto muestra la importancia de las líneas femeninas como transmisoras del poder y la riqueza en esta época, elemento que era estratégicamente aprovechado por quienes buscaban casarse con ellas y que contribuyó a configurar la elite gobernante de la provincia.

"Es posible ver que los conquistadores y sus descendientes utilizaron todos los medios materiales y simbólicos que tuvieron a su alcance para lograr el éxito y la consolidación social, aún si en algunos casos estas estrategias resultaron fracasadas. Contribuyeron con ello no solo a la creación, sino también a la transformación de las estructuras políticas, sociales y económicas de la Costa Rica de su época."

Los varones de la familia, por su parte, se dedicaron a diversas actividades productivas, como el comercio exterior, que se volvió la fuente privilegiada de enriquecimiento a partir de la segunda década del siglo XVII en Costa Rica. También tuvieron importantes posiciones en la política, principalmente a través de puestos de cabildo y uno de ellos en la iglesia. Esto muestra claramente que, a partir de esta generación, se produjo un cambio de estrategia entre los descendientes de los conquistadores, que se inclinaron más por el comercio exterior. Con esta nueva estrategia dieron un claro giro a toda la economía de la provincia.

Empero, en varios casos, los hijos de Solano murieron sin dejar descendencia, aunque sí se casaron con herederas poderosas, o tuvieron solo hijos naturales, que terminaron por fallecer sin descendencia también. Ello produjo que su apellido desapareciera en las generaciones siguientes, aunque los hijos naturales siguieron detentando posiciones importantes en la riqueza y el poder.

El otro conquistador, Francisco Ramiro Corajo, llegó a Costa Rica con Perafán de Rivera en 1568 y aportó armas y soldados a su costa a la conquista. Esto indica que era un individuo con recursos económicos y probablemente de la nobleza. En vista de ello también fue premiado con encomiendas. También tuvo un intenso involucramiento en la política, como regidor y en otros puestos, y tampoco tuvo otras actividades económicas aparte de la encomienda, de la cual aparentemente vivía.

Se casó con doña Francisca de Zúñiga y con ella procreó tres hijos, dos de ellos varones y una mujer. El menor de los varones nunca se casó, pero el mayor y la mujer lo hicieron con dos miembros de una poderosa familia de tesoreros de la Real Hacienda de Nicaragua. El primogénito, García Ramiro, tuvo un gran involucramiento en puestos políticos e incluso movilizó contactos con familiares suyos en España para conseguírselos. También tuvo poderosas conexiones económicas, pues entabló numerosos negocios comerciales en Panamá. Esto indica el poder y alcance de sus relaciones sociales, pues manejó conexiones a escala del imperio y también fue responsable del redireccionamiento de la economía de Costa Rica de la encomienda hacia el comercio exterior en este tiempo.

Sus hijos fueron personajes políticamente involucrados y movilizaron importantes capitales asociados principalmente al comercio de exportación y a la ganadería en el Pacífico Central, negocio que también estaba teniendo un gran desarrollo en su tiempo.

Sin embargo, como en el caso anterior, solo sus hijas lograron entablar conexiones familiares redituables y procrear linajes consistentes, mientras que los varones fracasaron en este cometido pues no se volvieron a involucrar en el poder político ni económico y, finalmente, dos de ellos emigraron de la provincia sin dejar mayores huellas en ella.

Así, es posible ver que los conquistadores y sus descendientes utilizaron todos los medios materiales y simbólicos que tuvieron a su alcance para lograr el éxito y la consolidación social, aún si en algunos casos estas estrategias resultaron fracasadas. Contribuyeron con ello no solo a la creación, sino también a la transformación de las estructuras políticas, sociales y económicas de la Costa Rica de su época.

Eduardo Madrigal Muñoz
Docente de la Escuela de Historia e investigador del Centro de Investigación en Identidad y Cultura Latinoamericanas (Ciicla)
eduardo.madrigal@ucr.ac.cr

En defensa de la autonomía universitaria

En defensa de la autonomía universitaria

Por: Yamileth González García

Fecha: 12 de octubre del 2022.

 

Hoy, como en pocos momentos de nuestra historia, frente a los adversos y amenazantes vendavales autoritarios que corren en el país, las y los universitarios nos enfrentamos, otra vez, al reto de defender la autonomía y el financiamiento de las universidades públicas; una defensa de principios esenciales para el quehacer de las instituciones de educación superior, ya que se trata de los fundamentos que posibilitan un accionar libre de estas instituciones en beneficio de la sociedad costarricense sobre  principios que han estado por décadas consignados en la Constitución Política y que han sido reiterados por diversos fallos de la Sala Constitucional y que hoy, como otras veces, “algunos” pretenden ignorar.

Lo señaló con claridad el Voto 1313-93 de la Sala Constitucional: “(…) la universidad, como centro de pensamiento libre, debe y tiene que estar exenta de presiones o medidas de cualquier naturaleza que tiendan a impedirle cumplir, o atenten contra ese su gran cometido». La universidad debe ser independiente, como lo subrayó el jurista  Luis Baudrit Carrillo, 2011; tiene que estar libre de acciones que busquen debilitarla en el cumplimiento de su deber, o que pretendan quebrar su rol imprescindible en pro del bienestar nacional.

Y es que cuando los gobiernos autoritarios se sienten amenazados por el pensamiento crítico que se genera en las  universidades, lo primero que hacen es atacarlas, como parece que está sucediendo en este momento en el país. Todas y todos los universitarios y la comunidad nacional hemos visto la fuerte y orquestada agresión que han recibido las Universidades Públicas desde el momento mismo en que se intenta debilitarlas financieramente, con la reducción del Fondo Especial para la Educación Superior (FEES) y con afirmaciones falaces que lo único que evidencian es un total desconocimiento del quehacer y el aporte que estas instituciones le dan al país.

Hoy, el Poder Ejecutivo presenta una propuesta que contraviene ese principio fundamental de la educación superior pública, atentando y desconociendo torpemente ese fundamento constitucional. Así, pretenden desconocer la esencia de esa noción, que como lo indica el  voto citado de la Sala Constitucional “(…) la autonomía consagrada a las universidades en el  artículo 84) constitucional, ha sido clasificada como especial, completa, y por ella distinta de los entes descentralizados de nuestro ordenamiento jurídico regulados por los artículos 188 y 190 de la Carta Política, lo que significa que las Universidades del Estado, aún cuando pertenecen a este, están fuera de la dirección del Poder Ejecutivo y de su jerarquía y que cuentan con todas las facultades y poderes para llevar a cabo los fines constitucionalmente encomendados”.   Además, como lo escribió Iván Salas, 2010, exasesor de la rectoría y hoy Juez Contencioso Administrativo, la Asamblea Legislativa no puede legislar en relación con “(…) temas relacionados con la organización o autoestructuración universitaria, tales como sus propios planes, presupuestos, programas, estructura de su propio gobierno conforme a su normativa interna, sobre su potestad reglamentaria mediante la cual pueden repartir sus competencias dentro del ámbito interno y desconcentrarse en lo jurídicamente posible y lícito, regular el servicio que presten y decidir libremente sobre su personal”.

Es importante aclarar que cuando hablamos de autonomía y de su importancia para el trabajo de las universidades públicas, no se trata solo de un valor para estas instituciones,  sino de lo que significa, particularmente, para la sociedad costarricense, contar con universidades que trabajen en forma independiente y sin presiones de ninguna naturaleza por el bienestar de la nación y su desarrollo integral. Un significado, el de autonomía, que como señala Axel Didriksson, 2006, está ligado “a la construcción de un mundo mejor, a la idea de un proyecto cultural nacional”.

No puede la universidad trabajar sin autonomía, para cumplir su misión de hacerlo desde la libertad de pensamiento y acción, con la injerencia política de los Gobiernos de turno, sin que eso no signifique una disminución de los beneficios que recibe la sociedad.

Por ello, las universidades públicas tienen que demandar, al Poder Ejecutivo y al Legislativo y, a todo aquel que, de modo directo o indirecto, pretenda interferir en sus funciones, en su gobierno, en su organización y en su patrimonio, respeto por su quehacer.

Las universidades tienen muy claro, contrario a lo que tergiversan algunos interesados, que la autonomía, no es un cheque en blanco; por el contrario, están sometidas a todos los controles, valga la redundancia, de la Contraloría General de la República, de los mismos organismos de control internos y de toda la legislación pertinente y desde luego al juicio de la sociedad a la que se debe.

Siempre las universidades han cumplido con la rendición de cuentas, pues, como se señaló desde la Asamblea Constituyente de 1949, la noción de autonomía universitaria implica “libertad pero con responsabilidad”, lo dijo Luis Dobles Segreda: “por autónoma que sea la Universidad, deberá decir, al igual que todas las instituciones del país, cuánto gasta y en qué lo gasta”.

No es este el problema en discusión, sino el del respeto que el Gobierno debe tener para con las instituciones de educación superior y para la Constitución Política misma. Por tanto, ante una violación de los principios constitucionales en un país de derecho, exigimos que se respeten la autonomía y la independencia universitarias.

 

Fuente original: https://semanariouniversidad.com/opinion/en-defensa-de-la-autonomia-universitaria/

El 12 de octubre, la efeméride esencial desde hace cinco siglos… y 30 años

El 12 de octubre, la efeméride esencial desde hace cinco siglos… y 30 años

El Semanario Universidad realizó una entrevista a la Dra. Elizet Payne Iglesias, de nuestra unidad académica, en la que se discute el impacto del encuentro entre culturas y posterior conquista de América, las características de esta primera globalización, los procesos de resistencia indígena y la función social y política de la efeméride del 12 de octubre en la sociedad actual.

Puede leer el artículo completo en el siguiente enlace:

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Marcha por la defensa de la educación pública superior

Marcha por la defensa de la educación pública.

Por: Escuela de Historia.

12 de agosto del 2022.

Lo que somos por media calle

Se convoca a la comunidad universitaria a defender el acceso a la educación pública y la excelencia profesional de Costa Rica el próximo martes 16 de agosto, a partir de las 8:00 a. m. en el Pretil de la Ciudad Universitaria Rodrigo Facio.

La calidad de nuestra educación nos define como país, y que no existe justificación fiscal para reducir el financiamiento de todo el sector educativo, así lo propuso ayer, 11 de agosto, la Ministra de Educación Katharina Müller Castro. Pero las universidades públicas sí salimos a defender la educación.

Aceptar este recorte implicaría la profundización del rezago educativo y la condena del futuro del país. Salgamos a la calle representando nuestras áreas de trabajo y conocimiento, usemos la indumentaria que las caracteriza y llevemos emblemas nacionales.

La reducción propuesta por el Gobierno, al Fondo Especial para la Educación Superior (FEES), es de un 23 % para el 2023. Esto supone un debilitamiento que paralizaría a la educación superior pública, la cual ha hecho la diferencia en la historia de Costa Rica.

Mostremos por media calle lo que hemos logrado: excelencia y compromiso en ciencias básicas, sociales, tecnológicas, salud, artes y letras para Costa Rica.

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Exalumno de la Escuela de Historia obtiene puesto en prestigiosa universidad

Exalumno de la Escuela de Historia obtiene puesto en prestigiosa universidad.

Por: Escuela de Historia.

08 de agosto del 2022.

La Escuela de Historia felicita a Esteban Alfaro Salas graduado de nuestra escuela de Historia por su nombramiento en una dura competencia internacional como Profesor de Historia de África en la School of Oriental and African Studies, más conocido como el SOAS en Londres, Inglaterra, una de las instituciones más importantes a nivel mundial en su campo de estudios.

Desde su Bachillerato Summa Cum Laude, obtenido en nuestra Universidad en el 2013, el Dr. Salas ha obtenido una serie de reconocimientos por su arduo trabajo pasando por el Instituto Confucio, desde donde salió rumbo a China a participar en el Programa de la lengua mandarín, en Beijing, China. Hasta culminar su maestría y doctorado en 2021 en la University of Notre Dame en Estados Unidos que le han llevado a Angola, Alemania, y Portugal entre otros.

Ha participado con ponencias en una serie de congresos internacionales donde ha ido presentando sus resultados de investigación, entre otros en la African Studies Association, que reúne a los más importantes especialistas en el tema donde su exposición fue reconocida como mejor ponencia de doctorado en el 2019.

El capital cultural logrado a base de dedicación, disciplina, generosidad y trabajo en equipo lo fue construyendo desde las peñas culturales en Guanacaste, pasando por el proyecto de Acción Social de nuestra Escuela, Del Olvido a la Memoria- materiales educativos sobre la influencia de los afrodescendientes en Centroamérica para escuelas y colegios-,  hasta las comunidades de Angola y la vida cotidiana en Lisboa.

 Entre sus publicaciones están:

“Women and Food Production: Agriculture, Demography and Access to Land in Late Eighteenth- Century Catumbela.” En Mariana Candido y Adam Jones (eds). African Women in the Atlantic World: Property,  Vulnerability and Mobility, 1660-1880. London: James Currey, 2019.

 “El discurso en la invención de la Fiesta Nacional de la Anexión del Partido de Nicoya a Costa Rica, 1940-1974,” 2014.  Revista Diálogos, Vol. 15, N1, 2014.

 “Y se lo llevó Candanga: toponimias africanas en Guanacaste,”  Número  especial sobre los africanos y sus descendientes en Costa Rica, Revista Conexiones, Ministerio de Educación Publica, Costa Rica, Vo.5, N.2., 2013.

Salas, Esteban. “Slavery in West Central Africa” , en Martin Klein (ed). Oxford Encyclopedia of Slavery, the Slave  Trade, and the  Diaspora in African History. Oxford: Oxford University Press (En prensa).

Actualmente se encuentra trabajando en los detalles finales de su próximo libro.

Otras publicaciones en Tribuna

UCR con 70% cursos presenciales

 

 

La UCR abrirá el II ciclo con un 70 % de cursos presenciales

 

Un 14 % solo tendrá una lección virtual al mes y un 16 % trabajará con mayor grado de virtualidad

 

1 de agosto del 2022.

Un 70 % de los grupos de todas las carreras de la Universidad de Costa Rica serán presenciales este segundo ciclo 2022. Volver a las aulas permitirá retomar actividades que impulsen una mayor participación y el trabajo en equipo, abrir espacios de socialización y desarrollar competencias clave para el ejercicio profesional del estudiantado.
Unidades Académicas como Estudios Generales, Lenguas Modernas, Agronomía, Zootecnia, Historia, Ingeniería Topográfica o Tecnologías en Salud tendrán todas y cada una de sus clases en espacios físicos.

Un 14 % de los grupos del resto de las Escuelas o Facultades serán bajo virtuales, es decir, impartirán una de cada cuatro lecciones en línea o contarán con la plataforma Mediación Virtual como apoyo. Otro 16 % serán bimodales, alto virtuales o totalmente virtuales, en consonancia con los aportes que brinda la virtualidad como parte de un diseño pedagógico justificado.

El vicerrector de docencia, Dr. Felipe Alpízar Rodríguez, explicó que “los aportes y avances en la virtualidad en estos últimos dos años han sido claros y nos han permitido continuar el quehacer universitario en tiempos de pandemia. Debemos aprovechar ese salto tecnológico de la mejor forma. También es importante que se prioricen los criterios académicos y pedagógicos para la definición de la modalidad para impartir lecciones. Esto permite que los procesos de enseñanza y aprendizaje en las diversas disciplinas que se imparten en nuestra universidad mantengan la calidad en la formación que nos ha caracterizado. También creemos que la presencialidad permite que todas las personas universitarias nos reencontremos en la vida académica y eso puede tener importantes beneficios para la salud mental”.

En las carreras de Historia y Archivística la decisión viene respaldada por “una solicitud mayoritaria de las personas estudiantes que consideraban necesario volver a las aulas por las implicaciones académicas y psicológicas”, pues muchos de ellos y ellas llegan incluso a la mitad de su carrera sin tener presencia física en la Universidad, señaló el M.Sc. Claudio Vargas Arias, director de la Escuela de Historia.

Vargas resaltó que “la virtualidad no fue el resultado de un proceso razonado y metodológicamente planeado, sino más bien, la imposición de una crisis sanitaria de alcances mundiales. No se descarta por lo tanto que, en un futuro, algunos cursos que imparte nuestra unidad académica se puedan dar de manera híbrida e incluso por completo virtuales. En ese caso, será el resultado de una decisión pausada”.

Algunas experiencias son indispensables para formar un buen profesional. A veces no se trata del conocimiento, si no como indicó el M.Sc. Rodolfo Wing Ching Jones, director de la Escuela de Zootecnia, de la aplicación en el campo. Él explica que muchas habilidades y destrezas “requieren del contacto de la persona estudiante con el ganado de interés zootécnico, el uso de los sentidos de la vista, la audición y el olfato, para definir patrones normales y fuera de este rango para la toma de decisiones en función del bienestar de los animales”.
Los vídeos o imágenes nunca se compararán con aplicar conocimiento en campo con animales de 700 kilos, por ejemplo. “Si el trabajo no se realiza de forma rápida y segura podría provocar un accidente a la persona estudiante y un periodo de estrés al semoviente”, además la exposición a la mayor cantidad de eventos generará confianza y seguridad, aseguró WingChin.

Una experiencia nutrida

Más allá de poder llevar toda la teoría a la práctica, María Fernanda Bustos González, estudiante de Archivística, menciona la interacción con las personas como uno de los elementos que más disfruta de la presencialidad, luego de pasar sus primeros años en virtualidad. Añoraba ayudarles de forma cercana a sus compañeros y compañeras, el estar presente y compartir en otro tipo de actividades.

Precisamente Diego Bonilla Guevara, estudiante de tercer año de Ciencias Políticas considera que la vivencia académica se ve fortalecida al compartir con personas de distintas partes del país, disciplinas y formas de pensar, sobre todo en espacios como los cursos de humanidades. Bonilla fue presidente de la Asociación de Estudios Generales al inicio de la pandemia y hoy, en su tercer año de Ciencias Políticas, cree que es fundamental que esta unidad académica retome la presencialidad porque “enseña temas más de valores, de formas de pensar, que transcienden una carrera y sus aspectos técnicos”.

El Dr. Mauricio Menjívar Ochoa, quien está a cargo de la dirección de la Escuela de Estudios Generales coincide en que: “la formación de seres humanos no solo es una formación técnica, que es lo que estuvo en juego durante el periodo de la pandemia. Requiere la formación de seres humanos con calidades humanas, el desarrollo del espíritu, y eso no se logra frente al ordenador”.

“Hay un amplio consenso vinculado a la idea de que la formación humanista, tal y como ha sido en la Escuela de Estudios Generales y en esa Universidad, requiere necesariamente del encuentro, requiere de la interacción creativa, crítica, del diálogo cara a cara. La pedagogía no puede reducirse a una materia, es una experiencia total de vida, por eso es importantísima la presencialidad en la enseñanza de las humanidades” y, por supuesto, en el aprendizaje de otras disciplinas.

Autora: Bárbara Ocampo Hernández

Fuente del artículo: https://www.ucr.ac.cr/noticias/2022/08/01/la-ucr-abrira-el-ii-ciclo-con-un-70–de-cursos-presenciales.html

 

Randall Chaves Zamora: ”Hay una juventud costarricense antes de las protestas contra Alcoa y otra después”

Randall Chaves Zamora: ”Hay una juventud costarricense antes de las protestas contra Alcoa y otra después”

Por: Juan Pablo Rodríguez Campos (ODI)

24 de abril del 2022.

El 24 de abril de 1970 se dio el primer movimiento estudiantil que se haya registrado en la historia del país, cuando estudiantes de la única universidad existente en el país por esas fechas, y estudiantes de secundaria, se opusieron, en solidaridad con la población de Pérez Zeledón, a la instalación de la compañía estadounidense Compañía de Aluminios de América (Alcoa por sus siglas en inglés) en dicho lugar con la venia de los Poderes Ejecutivo y Legislativo. Dicha compañía pretendía explorar y extraer bauxita, mineral que constituye la materia prima del aluminio. Desde que se supo que la iniciativa de ley había sido aprobada por la Asamblea Legislativa, el movimiento manifestante hizo una serie de huelgas y protestas contra la propuesta, y no cejó hasta obtener la revocación del permiso legislativo a ALCOA. Sin embargo, la lucha no inició ni terminó allí.

Dos años antes, una estudiante de Derecho de entonces había estudiado las implicaciones legales del contrato entre el gobierno costarricense, presidido por José Joaquín Trejos Fernández, y la compañía estadounidense, y había advertido de que para el país los perjuicios de dicho acuerdo eran mucho más que los beneficios. Pero después de la conclusión de dicha lucha, comenzó el legado de movimientos estudiantiles, y ya nunca volvieron a un pasado inerte y pasivo. Desde esta fecha, se ha convertido en un agente de lucha por la justicia social muy importante.

Estos fueron parte de los hallazgos del joven historiador e investigador del Centro de Investigaciones Históricas de América Central de la Universidad de Costa Rica (CIHAC-UCR), Randall Chaves Zamora, quien estudió todos estos fenómenos en su tesis de maestría y luego lo convirtió en un libro. Él mismo conversó con esta oficina sobre este acontecimiento.

–¿Cómo fue el abordaje del conflicto de Alcoa más allá de los discursos preexistentes a partir de sus hallazgos sobre el tema?

–Randall Chaves Zamora (RCZ): Mi tesis de maestría se convirtió en un libro, que se publicó en 2021 por la UNED (se levanta, trae una bolsa de libros, saca un ejemplar, lo muestra ante las cámaras y se vuelve a sentar), este libro ¿ves?, se llama Rebeldía de la memoria, nació con una inquietud principal, que era poder explorar más allá de lo que se conocía oficialmente sobre el movimiento estudiantil costarricense de 1970 y yo me enfrenté a tres grandes problemáticas historiográficas: la historia de la juventud de Costa Rica, la historia del movimiento estudiantil y la producción de la memoria, y con eso me refiero a cómo la generación de Alcoa habría recuperado lo que hizo en el pasado y cómo lo recuperaban las nuevas generaciones. Esta suerte de historia oficial que hay sobre las protestas contra Alcoa tiene varios componentes pero uno que me llamó la atención fue el relato masculinizado que existía sobre los hechos de Alcoa versus el silenciamiento de las voces femeninas que habían participado de la protesta. Esto a mí no me llevó a hacer un estudio sobre el género de las protestas pero sí a puntualizar ciertos temas que la memoria recordaba con mayor énfasis: las acciones violentas, las protestas callejeras, los análisis serios… sin embargo habían procesos previos, como un estudio que hizo una joven estudiante, que hablaba sobre que esta protesta no solo tenía una trayectoria política previa que había empezado en 1968, sino que era muy plural en términos políticos (…). También me parece que era un movimiento estudiantil en el que a pesar del calor de la Guerra Fría se escuchaban bastantes voces y existía la posibilidad de discutir entre jóvenes de izquierda y jóvenes no tan o para nada de izquierda. Yo rescataría tres hallazgos de la investigación que hice y convertí en libro: lo primero, las protestas contra Alcoa están enmarcadas en un contexto transnacional donde la juventud a nivel mundial empieza a tener otra importancia. Lo segundo, un floreciente imperialismo que existe en Costa Rica a partir de 1970 y que empieza a hacerse mucho más evidente con las protestas contra Alcoa y el carácter de defensa de soberanía nacional que esto tenía. Otra cosa que me parece relevante es la cantidad de liderazgos estudiantiles que se convierten en autoridades universitarias, y como tales reinventan la Semana Universitaria, originalmente concebida entre 1948 y 1970 como un espacio de recuerdo de esa fecha y permite llenarlo de contenido político el movimiento estudiantil y adaptarlo. El libro no enfrenta a la narrativa oficial, pero sí la contrasta en ponerla en su dimensión histórica y con otras narrativas de otras juventudes.

–Me comentaba sobre liderazgos femeninos invisibilizados y estudiantes que llegaron a ser autoridades universitarias. ¿Podríamos conocer algunos ejemplos?

–RCZ: En este momento yo tenía mi primer capítulo bastante avanzado y me encuentro con una noticia en el periódico Libertad del Partido Vanguardia Popular de 1968 que explica que la primera persona que habló de las implicaciones negativas que Alcoa tenía en Costa Rica era una muchacha llamada Iris Navarrete Murillo. Preguntame si yo había oído de ese nombre ¡Nunca! Entonces ahí surge la pregunta de investigación y como soy un investigador joven (28 años) lo primero que se me ocurre a las 2 am es meterme a Facebook y buscar si existe Iris Navarrete Murillo. La encuentro, nos contactamos por Facebook, le pregunto si es la persona a que se refiere la noticia, me responde que sí, con ella tuve dos entrevistas a profundidad, me cuenta que en 1968 se empezó a discutir el contrato con Alcoa. Me dice que era estudiante de derecho, militante de Liberación Nacional y Juventud Católica, y como ensayo final de curso le propuso a su profesor el análisis del contrato que Alcoa le estaba proponiendo a la Asamblea Legislativa. Se sienta, lo analiza, y este contrato tenía condiciones muy pesadas, como referente histórico se parecía a los contratos que Costa Rica había firmado con las bananeras de principios del siglo XX. Entonces Iris me dijo “esto era un adefesio jurídico y la Asamblea quería firmarlo”, y en 1969 ella propone en un congreso universitario hacer una ponencia sobre eso, ella va al Congreso, presenta su ponencia sola con 22 años y terminando su carrera, explica por qué la Universidad debería oponerse, y recomienda al final que el movimiento estudiantil se oponga, la universidad le pida a la Asamblea Legislativa que no analice el contrato, sino que lo rechacen de plano, y que desde que se empiece a discutir ese contrato, el movimiento estudiantil salga a la calle. Esta es una tendencia rupturista, porque antes de 1970 el movimiento estudiantil no era tirado a la calle y pedían permiso al rector para protestar, tomar un aula, dejar la clase y tomar un aula para protestar por algo. Dichas protestas se materializaron en protestas políticas callejeras, cuando ella ya no era estudiante, y ya trabajaba. Su acción política es la cantera del movimiento estudiantil, y llama la atención que con los años no fue recordada. No fue una figura política de izquierda, no fue una comunista reivindicada como tal no era beligerante, simplemente hizo un estudio que impactó. Las personas que se recuerdan a menudo son líderes universitarios, personas reconocidas en la universidad desde que eran estudiantes, presidentes de Asociaciones Estudiantiles o dirigentes de juventudes ajenas a la universidad, y son las que se recuerdan con el paso de los años porque ponen el cuerpo y la cara en las acciones políticas ante la Asamblea Legislativa, se oponen a la represión policial durante las manifestaciones del 24 de abril de 1970 y con el paso de los años ocupan puestos como decanos y directores de la Universidad de Costa Rica. Llama la atención que la generación de Alcoa toma una posición tan preponderante en el movimiento estudiantil que monopoliza la memoria del movimiento estudiantil. Si de algo nos puede servir es para recordar a la juventud que se movilizó en 1970, pero también en las que vinieron después de 1970, las que se movilizaron en esa década, las juventudes que se movilizaron en 1980 y no solo en San José, y las que lo hicieron cuando el Estado cambió de manera definitiva a finales del siglo XX e inicios del siglo XXI, que son juventudes que al igual que la generación de Alcoa tuvieron su importancia en la historia nacional.

Otro actor que me parece que no es recordado con el suficiente énfasis es el Movimiento Estudiantil de Secundaria. Vos ves la portada de este libro (lo acerca a cámaras), y es al propio. Vos ves los rostros y no es por infantilizarlos, pero son en su mayoría niños. Y así son las fotografías de la generación de Alcoa, salen estudiantes de colegio (abre el libro y muestra algunas fotografías de estudiantes de colegio en las marchas). Estos fueron los que llenaron las calles de gente y con los años no quedó suficientemente visibilizado. Este monopolio del recuerdo hizo que el movimiento visibilizado fuera el de la Universidad de Costa Rica sin pensar en las otras universidades públicas y sin pensar en las coyunturas que les tocó vivir a las nuevas generaciones. Yo sí sostengo que no es lo mismo protestar en la Costa Rica de 1970 que en la del Siglo XXI. Son condiciones totalmente distintas, hay muchas más universidades y las juventudes son mucho más plurales.

–Ahora que toca que no había suficientes universidades, tome en cuenta que por esas fechas del 68 y 70 no había otras universidades ni públicas ni privadas, era esta (Universidad de Costa Rica), si acaso se había hecho la Sede de Occidente y ya, eso era todo.

–RCZ: Y en ese momento existía la Normal. A lo que me refiero con esto no es que no se les dio pelota a otras universidades. Me refiero a que conforme pasaron los años las memorias de Alcoa capitalizaron tanto la memoria del movimiento estudiantil en general que la misma Universidad Nacional (UNA) reivindica los movimientos de Alcoa a pesar de que es un recuerdo que en términos institucionales no sucedió ahí. En el TEC entre 1980 y 1982 un grupo de estudiantes protestó por mejores condiciones de la representación estudiantil, sin embargo estas protestas no habían empezado a estudiarse hasta hace muy pocos años, y que aunque ya se estudiaron no ocupan el mismo lugar que la memoria de la generación de Alcoa. Por eso digo esto. En el momento en que recordamos a la generación de Alcoa esto nos debe servir como un catalizador para pensar en las acciones políticas de otras juventudes de otros tiempos históricos, no solo de 1970.

–¿Cuáles diría que son las principales lecciones y desafíos a futuro a partir de un suceso como este encadenado a todos los procesos históricos previos y posteriores?

–RCZ: A mí lo que me parece fundamental de las protestas contra Alcoa y eso hay que reconocerlo con toda la justicia histórica es que la juventud es una antes de las protestas contra Alcoa y otra después. No solamente en la autorrepresentación de la juventud sino también en la forma en que los adultos ven a la gente joven. Eso es fundamental y es un proceso que había empezado antes, desde 1968, con las revueltas juveniles transnacionales. Las políticas y los políticos empezaron a ver a la juventud con otros ojos, a leerla de otra manera y a utilizar un vocabulario diferente cuando se referían a la gente joven. La gente joven pasó de ser una promesa para el futuro a convertirse a veces en una amenaza para la estabilidad política del presente. Yo creo que algo fundamental es pensar en ese antes y este después que permite esta generación que vive estos años convulsos. No digo que sean solamente las protestas contra Alcoa las que marcan este quiebre, sino la generación de gente joven que vive entre 1968 y 1970, y las lecciones aprendidas de esto es que la acción política de la juventud puede generar cambios incluso en políticas públicas. Después de las protestas contra Alcoa y las políticas y los políticos de este país se dieron cuenta de que algo estaba cambiando entre la juventud surgieron procesos que son relevantes: se redujo la mayoría de edad para ejercer el voto, de 21 a 18 años, se crea el Ministerio de Cultura con una oficina importante para atender las problemáticas de la juventud y en vocabulario político hay un cambio muy evidente en esto que te decía anteriormente: la juventud pasa de ser la promesa del futuro a ser lo que nos puede desestabilizar políticamente en la actualidad. Este cambio sí me parece muy importante de recalcar. Hay otras cosas que tienen que ver con patrones de consumo que son muy relevantes pero no les doy tanta importancia en el libro. Empieza a ser común entre hombres jóvenes utilizar barba larga, y sus profesores que la usaban como símbolo de elegancia empiezan a confundirse, y que eso debería llevar a los adultos a cortársela más bien, ya que se estaba convirtiendo en símbolo de rebeldía. Las mujeres empiezan a tomar más espacio en las discusiones públicas. Eso me parece un cambio relevante, y cambia por completo la forma en que la juventud es autorrepresentada en la forma de vestirse. Antes un joven universitario vestía saco y corbata para ir a clases, empieza a haber discusiones por las faldas más cortas de las mujeres y ausencia de los sacos y corbatas.

–¿Cuánto ayudó la formación recibida en la Escuela de Historia y su labor cotidiana en el Centro de Investigaciones Históricas de América Central al abordaje de estos procesos a lo largo de sus trabajos sobre este tema?

–RCZ: Yo siempre rescato que mi formación en la Escuela de Historia como estudiante me permitió acercarme a este tema de investigación, que posteriormente desarrollé en la maestría de historia y tuve un apoyo fundamental del Centro de Investigaciones Históricas de América Central donde soy investigador, y ahí se me dio la oportunidad de inscribir un proyecto siendo estudiante de maestría donde pude discutir con investigadores de trayectoria, y de manera paralela a cuando yo estaba trabajando las protestas contra Alcoa estaban estudiando el tema de la juventud. En 2018 publicamos un libro que editaron David Díaz e Iván Molina que se llama La inolvidable edad , donde yo tengo un capítulo sobre historia de la juventud. Y eso se convirtió para mí como un semillero donde pude tener discusiones sobre la historia de la juventud, que me llevaron a poder hacer esto. En Costa Rica la investigación sobre historia de la juventud ha venido en mucho del CIHAC, y yo me encontré en un ambiente de mucho respeto epistemológico, me permitieron estudiar este tema con mucha libertad dentro de los límites mínimos. Creo que tanto el posgrado como la Escuela y el CIHAC facilitan que sus investigadores vayan por temáticas que les apasionen. Yo creo que cuando a uno le apasiona un tema de investigación, escribir una tesis deja de ser un fastidio (risas) y se convierte en un recreo. Eso para mí fue lindísimo, y sí creo que la posibilidad que permite la unión de estas tres instituciones permite que estudiantes de bachillerato puedan sentarse en una mesa con investigadores de altísima trayectoria a discutir de temáticas en común y este intercambio de ideas es muy valioso para la investigación en este país, y se sigue investigando la juventud. Después de esto, yo como parte de mi trabajo en el CIHAC pude escribir cosas que yo iba encontrando a la hora de hacer la tesis, la visita de unos hippies en 1968, dije ‘me encantaría escribir un artículo sobre eso, pero voy a dejar estas fuentes por aquí’, y luego retomé estas fuentes y pude escribir sobre los hippies, la forma en que el antiimperialismo caló en la juventud a finales de los 60 y en cómo ha ido valorando de diferentes maneras el nacionalismo costarricense y ha permitido el intercambio de ideas. Tengo conocimiento que otras personas siguen estudiando temáticas sobre el movimiento estudiantil y la juventud.

–¿Cuántos nichos de investigación le ha abierto esta temática, sabiendo que 50 años realmente no es nada para la historia comparado con procesos como las Batallas de Santa Rosa, Rivas?

–RCZ: Yo me encontré que había una bipolaridad ideológica muy marcada entre lo que en ese contexto era la izquierda y la derecha, y ese es el proceso que conocemos como la Guerra Fría, de 1945 a 1991. La agenda de investigación más clara que me dejó estudiar el movimiento estudiantil de 1970 fue un interés muy inquieto por la Guerra Fría, actualmente estoy estudiando las dinámicas intelectuales de la Guerra Fría en la Universidad. Me interesa el financiamiento de los Estados Unidos a los proyectos de investigación a la Universidad, hubo muchos entre 1960 y 1970. Las dinámicas estaban tan cruzadas que cayó en cuenta que la Guerra Fría no era un proceso histórico. En la misma universidad había enfrentamientos ideológicos que solo se explican con los lentes de la Guerra Fría, y yo he empezado a comprender que además de un hecho histórico también es un marco explicativo que nos permite comprender por qué las cosas pasan en un contexto determinado. Hay un historiador de inglés que dice ‘al estar en un tema de investigación durante la Guerra Fría hay que preguntarse estas protestas fueron así por la Guerra Fría o pudieron haber sucedido en caso de no haber esta disputa ideológica’, y está claro que este conflicto está cruzado ideológicamente por un mundo partido en dos en términos ideológicos y esta fue la agenda de investigación que me dejó a mí las protestas contra ALCOA, analizar la Guerra Fría. En Costa Rica tiene una trayectoria que ha salido del CIHAC, y en 2017 se publicó un libro sobre la Guerra Fría, pero permite pensar en Costa Rica, porque las élites políticas también actuaron y permitieron que pasaran ciertas cosas en este contexto, y en la Universidad de Costa Rica es interesante ver cómo la Guerra Fría moderniza las ciencias sociales, las convierte en una disciplina intelectual de primer orden, son intelectuales combativos, de avanzada, con un pensamiento muy progresista y muchas veces son financiadas por Estados Unidos, y no se pone en margen de investigación la libertad de pensamiento.

Fuente del artículo: Noticias UCR

Sobre el autor:

Juan Pablo Rodríguez Campos
Periodista
Oficina de Divulgación e Información.

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Voz experta: La batalla de Rivas, acontecimiento e interpretación

Voz experta: La batalla de Rivas, acontecimiento e interpretación.

Por: David Díaz e Iván Molina

7 de abril del 2022.

Las investigaciones de Rafael Obregón Loría surgen como contrapeso a la historia oficializada de 1858 a 1931.

De las batallas libradas por los costarricenses durante la guerra contra los filibusteros liderados por William Walker (1856-1857), la más sangrienta fue la que tuvo lugar en la ciudad de Rivas el 11 de abril de 1856.

Los detalles de este combate se conocen gracias a las amplias investigaciones del historiador Rafael Obregón Loría (1913-2000), quien fue profesor de la Universidad de Costa Rica entre 1946 y 1981.

En relación con esta batalla, se pueden identificar dos interpretaciones principales: la elaborada por los historiadores nacionalistas liberales entre 1885 y 1931, y la propuesta por Obregón Loría en 1956.

Batalla de Rivas

Señala Obregón Loría que luego de la batalla de Santa Rosa (20 de marzo), las tropas costarricenses, al mando del propio presidente de la República, Juan Rafael Mora Porras, se adentraron en territorio de Nicaragua

El 6 de abril, dichas fuerzas llegaron a la aldea de Santa Clara y, al día siguiente, dos comisionados de Rivas se presentaron allí para invitar a Mora a que pasara a esa ciudad, lo cual hizo el 8 de abril. Conocedor de esta situación, Walker, quien se encontraba en Granada, trazó un plan para capturar al mandatario y su Estado Mayor.

Los filibusteros atacaron Rivas alrededor de las ocho de la mañana del 11 de abril. Tomadas por sorpresa, las fuerzas de Costa Rica llevaron la peor parte, por lo que el plan de Walker casi tuvo éxito. Sin embargo, el ejército costarricense se repuso y empezó a equilibrar las acciones.

Pronto, una parte de la ciudad de Rivas permaneció en manos de los costarricenses, mientras la otra era controlada por los filibusteros. En un intento por desalojar a estos últimos, el Estado Mayor ordenó la quema de una edificación llamada el mesón de Guerra, acción en la que perdió la vida el tambor alajuelense Juan Santamaría.

A partir de las cinco de la tarde, el fuego cruzado entre ambas partes se redujo. Walker aprovechó las horas de la noche para preparar la retirada. Si bien no existe consenso acerca de cuántos muertos hubo, el total –después de unas veinte horas de combate– habría oscilado entre un mínimo de trescientos y un máximo de setecientos cincuenta.

Días después de la batalla, empezó a extenderse el cólera entre las tropas costarricense. Al retornar desordenadamente a su país, dichas fuerzas desencadenaron una epidemia que cobró la vida de entre el 8 % y el 10 % de la población de Costa Rica.

Nacionalismo liberal

En la década de 1880, según lo ha analizado el historiador canadiense Steven Palmer, los políticos e intelectuales liberales se dieron a la tarea de construir la nación costarricense como una comunidad imaginada.

Con este propósito, hicieron una recuperación selectiva de la guerra de 1856-1857. Si bien reconocieron el liderazgo de Mora, centraron su interés en la figura de Santamaría. Mora, derrocado en 1859, fusilado en 1860 y a quien se había vinculado con diversos actos de corrupción, era demasiado controversial todavía para servir de base como héroe nacional. Santamaría, en cambio, era el héroe perfecto: de origen popular, murió en el extranjero para defender el orden existente en Costa Rica.

También promovieron una versión de las acciones militares que sobredimensionaba la importancia de las batallas de Santa Rosa (20 de marzo) y Rivas (11 de abril), a la vez que minimizaba la toma de la llamada Vía del Tránsito y de los vapores que la servían. A esto último contribuyó que dicho proceso todavía no se conocía muy bien y a que fue liderado por Máximo Blanco, un militar que tuvo destacada participación en el golpe de Estado que depuso a Mora.

Una de las razones principales por las que Walker llegó a Nicaragua en 1855 fue porque ese país se había convertido en el escenario de la principal inversión estadounidense en América Latina. Entre los puertos de San Juan del Norte en el Caribe y San Juan del Sur en el Atlántico el magnate Cornelius Vanderbilt desarrolló una vía que aprovechaba el río San Juan y el Lago de Nicaragua para movilizar pasajeros entre las costas este y oeste de Estados Unidos. Tal zona, fronteriza con Costa Rica, era considerada también como la más propicia para construir un canal interoceánico.

Para Walker era fundamental controlar la Vía del Tránsito para asegurarse el abastecimiento de reclutas, armas y municiones. Debido a esto, Costa Rica inició preparativos a finales de 1856 para apoderarse de esa ruta y de los vapores que allí operaban, lo cual consiguió a inicios de enero de 1857. Aunque la guerra se prolongó unos meses más, Walker acabó por rendirse el primero de mayo siguiente.

Obregón Loría

En 1956, al conmemorarse el centenario de la guerra de 1856-1857, Obregón Loría se rebeló contra la interpretación previa de los hechos militares, al publicar con la Editorial Universitaria el libro La campaña del tránsito 1856-1857.

Para los historiadores de la Universidad de Costa Rica David Díaz Arias e Iván Molina Jiménez la Batalla de Rivas ha sido, junto con la Batalla de Santa Rosa, una batalla sobredimensionada, mientras que la de la toma de la Vía del Tránsito en la segunda parte de la Campaña 1856-1857 ha sido infravalorada a partir de la narrativa contada desde los militares y transmitida de generación en generación por los sucesivos gobiernos. Pero, por otro lado, ha servido como inspiración para las diferentes luchas sociales en distintos momentos del tiempo luego de la década de los 30 del siglo pasado, desde comunistas, hasta el estudiantado universitario en las protestas de los 70 y 80, y las protestas contra las políticas neoliberales desde su inicio y hasta el presente. Foto: Laura Rodríguez Rodríguez.

Si bien esta obra consideró los antecedentes del conflicto militar y las batallas de Santa Rosa y Rivas, fue la primera que le dio la debida importancia histórica a la toma de la Vía del Tránsito y de los vapores.

Igualmente, en ese libro Obregón Loría señaló los múltiples errores que cometieron el presidente Mora (de quien él era gran admirador) y su Estado Mayor, y el costo enorme que tuvieron en vidas de soldados costarricenses.

Asimismo, Obregón Loría se pronunció a favor de la existencia de Santamaría y de su papel en la quema del mesón –algo puesto en duda por diversos investigadores–, pero no indicó que muriera en tal acción. De esta forma, implícitamente apoyó la versión de que habría muerto de cólera, sin prestar atención a la fuerte tradición oral, documentada desde 1857, que indicaba lo contrario.

La reinterpretación de la batalla de Rivas avanzó un poco más en 2007, cuando el historiador Víctor Hugo Acuña Ortega propuso, de manera cautelosa y en línea con el análisis de Obregón Loría, que en dicho combate el ejército costarricense evitó ser derrotado.

Fiesta

En 1915 se emitió el decreto por medio del cual se hizo obligatorio, feriado y festivo el 11 de abril, mientras que la primera celebración que ocupó a Alajuela en ese día y la convirtió en el centro de atención por parte de la prensa nacional, ocurrió un año después (1916). A partir de entonces, la fiesta  en honor al 11 de abril y a Juan Santamaría aumentó en proporción y actividades. 

Alajuela acaparó la atención pública, pues fue interpretada según un orden histórico por efecto de la celebración: la apertura de un desfile que comenzaba en la Plaza de la Agonía y terminaba en el Parque Juan Santamaría se volvió el rito oficial que cada año realizaban los costarricenses para iniciar las fiestas del 11 de abril. El otro lugar de parada obligatoria en el camino era la “casa donde nació y vivió” Santamaría.  

En los primeros años de la complicada década de 1940, el gobierno de Calderón Guardia contó con la ayuda de una parte de la prensa para identificar la Reforma Social (1940-1943) como un hito histórico que se encontraba entre los pilares de la historia nacional, a la par de la Batalla de Rivas.

Luego de la guerra civil de 1948 se amplió la participación de escolares y colegiales en la celebración y muchos grupos juveniles y políticos se apropiaron del recuerdo de la quema del Mesón.

A fines del siglo XX, se creó la Feria del Erizo pero la prensa nacional empezó a hablar de un decaimiento en el civismo. Como ofensiva, se produjo un llamado a la regulación de la vestimenta y la música que se realizaban en los desfiles del 11 de abril que terminó con la implementación de un Manual de Celebraciones Patrias por parte del Ministerio de Educación.

En las primeras dos décadas del siglo XX, a las actividades oficiales y los desfiles de los párvulos en Alajuela se le han unido fuertes protestas contra las políticas neoliberales y los mandatarios.

Entre 2020 y 2021, la pandemia impidió el recuerdo oficial en espacios públicos del 11 de abril, pero la fuerza de esa celebración y sus contenidos es tan importante, que está allí a la espera de ser retomada por nuevos actores.

Lecciones y retos

En Costa Rica, el uso del pasado con fines políticos no ha sido excepcional. Se evidenció una vez más a inicios de 2021, cuando la Asamblea Legislativa declaró a José Figueres Ferrer, el líder de la guerra civil de 1948, “héroe de la paz”. Eso es así, porque el uso del pasado ha probado históricamente ser muy importante en la movilización política y social.

La batalla de Rivas usualmente se rescata como un evento determinante por el sentido esfuerzo de organización y movilización al que apela y, por supuesto, por los hilos nacionalistas que toca.

Pero también ha sido un evento utilizado por grupos contestatarios para denunciar y enfrentar el imperialismo, como lo hicieron los comunistas costarricenses entre 1931 y 1948 y, luego, los estudiantes universitarios en las décadas de 1970 y 1980 y las protestas contra las políticas neoliberales después de 1982.  

De ese modo, el pasado es, por sí mismo, un espacio de lucha. Pero frente a las memorias oficiales, hay que recordarlo, se levanta siempre la trinchera de los historiadores profesionales, armados con sus fuentes, sus métodos para procesar la información y sus teorías para interpretar los resultados.

Fuente del artículo: Voz Experta, UCR

Sobre los autores:

David Díaz Arias
Historiador, docente Escuela de Historia, Director del Centro de Inνestigaciones Históricas de América Central de la Uniνersidad de Costa Rica
david.diaz@ucr.ac.cr

Iván Molina Jiménez
Historiador, docente Escuela de Historia
ivan.molinajimenez@ucr.ac.cr

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Claudio Vargas; director de la Escuela de Historia de la Universidad de Costa Rica (UCR), Claudio Vargas Arias;Lugar:Ciudad de la Investigación.Foto/Anel kenjekeeva.