Dr. Dennis Arias Mora

Voz experta: La felicidad en los orígenes del comunismo costarricense

Emociones y utopías durante la Gran Depresión (1929-1935)

Es necesario reiterar la advertencia orwelliana: toda idea de perfección delata un vacío, por lo cual este o cualquier estudio sobre el tema deberá considerar lo mucho de espejismo que esa proyección utópica tuvo incluso en una dimensión global.

20 de febrero de 2023

En los estudios sobre el comunismo costarricense siempre ha quedado clara la relación existente entre la Gran Depresión de 1929 y el origen del Partido Comunista en 1931.1 Sin quererlo, una nueva visita al análisis de aquel período ha arrojado algunos detalles posiblemente desconocidos de ese vínculo causal. En una investigación previa del suscrito, que indagaba las representaciones de lo monstruoso en la sociedad costarricense,2 la revisión del periódico La Revolución de 1930, que publicaron los posteriores fundadores del Partido, mostró poco de las clásicas estampas del capitalismo como criatura horrorosa o como un pulpo; y sorpresivamente, la principal imagen que anunciaba el nacimiento oficial del comunismo en el país consistía en todo lo contrario: la idea más repetida de aquella publicación fue, simplemente, la búsqueda, la promesa de la felicidad.

Luego de esa cacería infructuosa, me he propuesto explicar lo que inicialmente ha sido solo una extraña sorpresa mediante un nuevo proyecto de investigación, dándole forma a una hipótesis de trabajo en la cual se retoma aquella conocida relación entre el comunismo y la Gran Depresión, pero sugiriendo, primero, que la crisis económica generó -como lo hace en nuestra época de pandemia y recesión- múltiples reacciones emocionales en torno al sufrimiento social, y segundo, que la lectura comunista de aquel escenario recurrió igualmente a una respuesta emocional con la cual hacerse un espacio en la dinámica política de la época. De paso, esta aproximación permitiría ampliar el conocimiento historiográfico sobre el impacto de la revolución rusa (1917) en nuestra sociedad, debido a que, como podrá suponerse, la imagen comunista de la felicidad desembocaba en el horizonte utópico encontrado en la Rusia soviética, por entonces aparentemente exenta de los efectos de la crisis económica mundial y en medio de un proceso de transformaciones mediante planificación económica que resultaba atractivo a políticos e intelectuales de Occidente.3 Nuestro país no fue ajeno a aquel magnetismo.

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El planteamiento de la anterior argumentación me ha llevado a considerar los tradicionales estudios historiográficos sobre la utopía4 y las propuestas de un campo más reciente como el de la historia de las emociones.5 Gracias a estos soportes conceptuales, se puede ver que lo utópico supone un topos o emplazamiento radicalmente distinto justo para dar credibilidad a un ideal extendido de una sociedad mejor, por lo que la utopía no remite estrictamente al ámbito de lo imposible.6 A su vez, el contemplar que las emociones no son solamente sentidas, sino también dichas y configuradas en discursos políticos y filosóficos a lo largo de la historia, permite apreciar que la felicidad tiene un largo recorrido entre diversos proyectos sociopolíticos y en contextos económicos complejos.7

Uno de esos últimos lo constituye la crisis económica mundial de 1929, con su epicentro en los Estados Unidos. Algunas recopilaciones de testimonios y correspondencia en ese país han demostrado las muchas formas de miedo, desesperanza y amargura generados por la desocupación, el hambre y los desalojos ocasionados por la Gran Depresión,8 por lo cual no era de extrañar que los discursos del presidente Franklin D. Roosevelt (1882-1945) sobre las reformas socioeconómicas e institucionales del New Deal para superar la crisis dieran espacio a la idea de la búsqueda de la felicidad,9 la cual se encontraba en la base de la Declaración de Independencia de esa nación desde fines del siglo XVIII.

El socialismo, surgido entre las profundas y traumáticas transformaciones que el capitalismo y la industrialización causaron desde el siglo XIX en las sociedades occidentales, recurrió igualmente a aquella idea de la felicidad en un horizonte por venir. Uno de los padres del anarquismo, William Godwin (1756-1836), habló de la felicidad dentro de su libro Investigación acerca de la justicia política y su influencia sobre la virtud y la felicidad generales,10 publicado en 1793, para condenar no solo la desigualdad económica del capitalismo, sino también al estado centralista. La felicidad, asimismo, resta distancia entre los llamados socialistas utópicos de la primera mitad del siglo XIX, que intentaron teorizar y construir comunidades modelo en Europa y América con la promesa de la felicidad perpetua, y el posterior socialismo denominado científico de Karl Marx (1818-1883) y Friedrich Engels (1820-1895); ambas tendencias hallaban el origen de las penalidades en los cambios económicos y sociales del capitalismo industrial, y reforzaban la idea de felicidad, no ya en el individuo, sino en la colectividad, en una comunitaria y en la otra organizativa para la revolución.11

En el contexto ruso del absolutismo zarista, previo a la revolución entre 1905 y 1917, hubo críticas como la del poeta Nikolái Nekrásov (1821-1878) en su libro Who can be Happy and Free in Russia?, de 1879; y bajo los primeros años del gobierno bolchevique, en una atmósfera de ebullición utopista sofocada luego de una década por el liderazgo de Josef Stalin (1878-1953),12 autoras como Aleksandra Kollontái dieron una dimensión de género a la interrogante de Nekrásov en la novela El amor de las abejas obreras (1923), se publicó una definición de felicidad en la Gran Enciclopedia Soviética de 1926,13 así como Evgueni Zamiatin (1884-1937) publicó la obra Nosotros (1924) dentro del género distópico que, como reverso de la utopía, sirvió para hacer una profunda crítica del totalitarismo en ciernes, régimen que terminó definiendo a Stalin como constructor de la felicidad en la sociedad soviética.14 El texto de Zamiatin sirvió de inspiración al escritor británico y socialista crítico del estalinismo George Orwell (1903-1950) para escribir su propia distopía 1984 (1949), cuya crítica a la felicidad totalitaria -presente también en otros clásicos distópicos como Un mundo feliz (1932) de Aldous Huxley (1894-1963) y Fahrenheit 451(1953) de Ray Bradbury (1920-2012)- parecía ser la respuesta a su propia pregunta en el ensayo ¿Pueden ser felices los socialistas? (1943), con el cual confirmaba que el problema de la felicidad no le fue indiferente a los pensadores socialistas, y con el que sentenciaba: Todo aquel que intenta imaginar la perfección no hace más que delatar su propio vacío.15

"La imagen comunista de la felicidad desembocaba en el horizonte utópico encontrado en la Rusia soviética... Nuestro país no fue ajeno a aquel magnetismo."

Y es desde esa dialéctica del vacío que el proyecto de investigación en curso se acerca a la manera en que el comunismo costarricense habló de la felicidad en medio de la crisis económica; tal como la entendieron John Steinbeck (1902-1968) con su novela Las uvas de la ira (1939) o Charles Chaplin (1889-1977) con su filme Tiempos modernos (1936), la búsqueda de la felicidad es incomprensible sin el retrato doloroso de una sociedad que sufre la Gran Depresión. Así quizás habría que comprender algunas de las notas del periódico La Revolución en Costa Rica: El pueblo que vive una vida de abyección, originada por la miseria. Desgracia suya que no es libre… Uníos para luchar por la felicidad del pueblo, conseguir que los felices ocupen el lugar de los infelices, no nivelar la miseria sino la felicidad. Es la más santa de las causas, la felicidad del prójimo.16 Como muchos en el mundo, aquellos comunistas locales ubicaron la geografía de su utopía en la Rusia soviética, como una aspiración igualitaria frente a la desigualdad: En Rusia todo el mundo trabaja, todos producen… tienen lo necesario para vivir feliz.17

Es necesario reiterar la advertencia orwelliana: toda idea de perfección delata un vacío, por lo cual este o cualquier estudio sobre el tema deberá considerar lo mucho de espejismo que esa proyección utópica tuvo incluso en una dimensión global. No es este un proyecto de investigación que parta de técnicas de medición para hablar sobre el pasado del supuesto país más feliz del mundo, cuestión más relacionada con asuntos de gobernabilidad e industrias de consumo,18 o con la publicidad de la pasada campaña electoral, donde se llamó a que volvamos a ser el país más feliz del mundo presentando a una mujer en la cocina sirviendo comida a su familia.19 Tal imagen debe despertar siempre la interrogante sobre el vacío; muy valiosas novelas distópicas feministas se han escrito como para ensoñarse con semejante propaganda.

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Este artículo se publica gracias al apoyo de la Vicerrectoría de Investigación al proyecto “La felicidad en los orígenes del comunismo costarricense. Una historia de las emociones, las utopías y el género en tiempos de la Gran Depresión (1929-1935)”, desarrollado en el Centro de Investigación en Identidad y Cultura Latinoamericanas (Ciicla).

1 Ana María Botey y Rodolfo Cisneros, La crisis de 1929 y la fundación del Partido Comunista de Costa Rica. San José: ECR, 1984; Vladimir de la Cruz, Las luchas sociales en Costa Rica: 1870-1930. San José: EUCR, 2004 [1977].

2 Dennis Arias Mora, Héroes melancólicos y la odisea del espacio monstruoso. Metáforas, saberes y cuerpos del biopoder (Costa Rica, 1900-1946). San José: Arlekín, 2016.

3 Eric Hobsbawm, Cómo cambiar el mundo. Marx y el marxismo 1840-2011. Barcelona: Crítica, 2011, pp. 271-274; Philip Blom, La fractura. Vida y cultura en Occidente 1918-1938. Barcelona: Anagrama, 2016, pp. 300-317.

4 Gregory Claeys, Utopía. Historia de una idea. Madrid: Ediciones Siruela, 2011.

5 Jan Plamper, The History of Emotions. An Introduction. New York: Oxford University Press, 2015.

6 Claeys, Utopía. Historia de una idea, pp. 7-15.

7 Darrin M. McMahon, Happiness. A History. New York: Atlantic Monthly Press, 2006.

8 Studs Terkel, Hard Times. An Oral History of the Great Depression. New York: The New Press, 1986; Robert S. McElvaine, Down and Out in the Great Depression. Letters from the Forgotten Man. Chapel Hill: The University of North Carolina Press, 2008.

9 Robert Darnton, “The Pursuit of Happiness”, The Wilson Quarterly, vol. 19, n° 4 (Autumn 1995), pp. 42-52.

10 William Godwin, An Enquiry Concerning Political Justice and its Influence on General Virtue and Happiness. Londres: 1793.

11 McMahon, Happiness, pp. 375-387.

12 Hans Günther, “Utopie nach der Revolution (Utopie und Utopiekritik in Russland nach 1917)”, en Wilhelm Vosskamp (Hrgb.), Utopieforschung, Vol. III. Baden-Baden: Suhrkamp, 1985, pp. 378-393.

13 McMahon, Happiness, p. 388.

14 McMahon, Happiness, pp. 403-404.

15 George Orwell, “¿Pueden ser felices los socialistas?”. Ensayos. México D.F.: DeBolsillo, 2015, pp. 446-453.

16 “Unámonos”, La Revolución, 29 de marzo de 1930, p. 3.

17 “¡Rusia!”, La Revolución, 29 de marzo de 1930, p. 2.

18 Sara Ahmed, “The Happiness Turn”, New Formations, 63 (Winter 2007/2008), pp. 7-14.

19 Progreso Social Democrático, 22 de febrero de 2022, Facebook: https://www.facebook.com/CostaRicaProgreso/videos/728512335221630/

Dennis Arias Mora
Docente de la Escuela de Historia e investigador del Centro de Investigación en Identidad y Cultura Latinoamericanas (Ciicla)
dennis.arias@ucr.ac.cr
© Escuela de Historia, Universidad de Costa Rica. Última actualización: febrero 2024
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