Información sobre jornadas nacionales o internacionales de interés para docentes y estudiantes de la Escuela de Historia.

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Voz experta: Guillermo Gabb, un mediador intercultural bribri olvidado

Carlos Sánchez Avendaño y Alejandra Boza Villareal

Voz experta: Guillermo Gabb, un mediador intercultural bribri olvidado

Jornadas de investigación del Ciicla

El caso de Gabb nos recuerda que Talamanca y, en general, muchos de los territorios que hoy en día forman la República de Costa Rica, han sido multilingües y multiculturales por centurias, aunque nos siga costando reconocerlo

30 marzo 2023

En la Costa Rica de finales del siglo XIX e inicios del XX muchas personas indígenas colaboraron en la recopilación de información sobre sus culturas y lenguas. La mayoría de ellas se mantienen anónimas, pues los individuos no indígenas con quienes colaboraron no consignaron sus nombres. Sin embargo, conocemos de casos como los de Tomás Otárola, Florencia y Gregoria Lyon, John Taylor y Juan Salas para Talamanca; Francisco Navas para Térraba y Santiago para la zona de Guatuso. Sus nombres en español o inglés no deben hacernos dudar de su pertenencia a un pueblo indígena, pues en esa época no era inusual que tomaran o se les dieran nombres foráneos.

Hubo uno de estos indígenas que fue el más reconocido en su época entre las personas del Valle Central y múltiples viajeros y científicos extranjeros. Se llamaba Guillermo Gabb o William Gabb. Este no era el William Gabb originario de Estados Unidos que visitó Talamanca a inicios de los años 1870 para hacer estudios geológicos. Guillermo Gabb o simplemente Gabb, como nos referiremos a él aquí, era su hijo, nacido en Talamanca de madre bribri.

En el centro: Guillermo Gabb en Talamanca en 1899.

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Podría pensarse que tener un padre extranjero lo hacía “menos” indígena, pero no es así. Debido a que su madre era una mujer bribri, llamada Florencia, Gabb pertenecía a un clan (un grupo de parientes que se consideran descendientes de un ancestro común). En el pueblo bribri, esta pertenencia clánica se hereda por línea materna todavía el día de hoy. Si una mujer bribri tiene clan, sus hijos e hijas forman parte de ese mismo clan, independientemente de quién sea el padre.

Pertenecer a un clan es uno de los criterios clave, aunque no el único, para ser reconocido como parte del pueblo bribri. Gabb aprendió el bribri como su lengua nativa, aunque con el paso del tiempo dominó el inglés y el español. Es más, siendo adulto demostró que se consideraba parte del mundo indígena, pues asumió un puesto ritual de rango medio conocido como bicacra (‘bikákala’ en bribri), cuyas funciones eran parecidas a la de un maestro de ceremonias. Para llegar a ser reconocido como bicacra era necesario pasar por un intenso proceso de aprendizaje de la cultura bribri, que iniciaba normalmente desde la infancia.

Cuando tenía cerca de once o doce años, Gabb se fue a vivir al Valle Central, porque había recibido una beca del Gobierno de Costa Rica para estudiar (en su época no había ni escuelas ni colegios en Talamanca). Después de unos años tomó la decisión de regresar a su tierra natal y, como decía un josefino amigo suyo, se convirtió “en un indio más indio que los demás”. Vivió allí el resto de su vida, se casó con una bribri llamada Aurelia Sánchez y tuvo hijos e hijas.

Gabb llegó a ser muy conocido fuera del mundo indígena. Tenía habilidades y conocimientos que lo hacían llamativo para personas del Valle Central o de otras regiones del mundo que estaban interesadas en saber más sobre cómo eran Talamanca y su gente. En particular, era muy importante que manejaba varios idiomas y conocía asuntos de otras culturas.

Gabb creció con su tía materna Gregoria, que era bribri, y con su tío político, que era un comerciante estadounidense llamado John H. Lyon. Gabb se tomó muy en serio su herencia indígena, como ya lo comentamos. Además, de su tío político seguramente aprendió inglés y otros elementos de la visión de mundo de un estadounidense de esa época. Cuando vivió en el Valle Central perfeccionó su dominio del español, aprendió a escribir y se familiarizó con la cultura de esa región. Luego regresó a Talamanca.

Conocer otros idiomas y otras culturas le dio una excepcional capacidad para comunicar datos sobre su idioma y su cultura a gente de otros lugares. Él podía explicar esos temas usando conceptos y referentes que resultaban familiares para esos foráneos. Llevar a cabo dicha traducción cultural era una labor intelectual por mérito propio, que lo hizo un excelente mediador intercultural. Sumémosle a eso que conocía a muchas personas en Talamanca que podían darle buenos datos y, además, le gustaban las actividades intelectuales tales como la escritura y la lectura de libros y de prensa.

A través de su vida Gabb brindó información de gran calidad a todo tipo de personas: misioneros católicos y protestantes, funcionarios estatales costarricenses, investigadores nacionales e internacionales. También les sirvió como traductor a indígenas que no hablaban español o inglés y lo necesitaban para comerciar o hacer trámites, entre otras actividades. Es importante notar que él no fue un simple comunicador de información, sino que llevó a cabo sus propios aportes intelectuales.

Lamentablemente, no toda la obra de Gabb ha llegado hasta nuestros días, o por lo menos no se ha encontrado rastro de todo aquello que, según se dice, escribió o tenía la intención de escribir. Así, por ejemplo, a inicios del siglo XX, León Fernández Guardia (hermano menor del famoso Ricardo Fernández Guardia) aseguraba que Gabb había compilado un diccionario trilingüe español-bribri-brunca, el cual se habría perdido tras su muerte.

Este mismo intelectual afirmaba en otra nota periodística que Gabb le había prometido corregir y ampliar la información acerca de diversos aspectos de la cultura bribri, pero no consta en ninguna parte que haya llegado a hacerlo. Del mismo modo, el misionero alemán Vicente Krautwig afirmó, a finales del siglo XIX, que Gabb le ayudó a revisar y corregir la doctrina cristiana que redactó en cabécar, pero no se sabe nada del paradero de este texto y, en todo caso, aunque lo tuviéramos, posiblemente resultaría difícil discernir cuánto de la composición de la obra se le debe al intelectual bribri.

Básicamente, entonces, conocemos de sus capacidades como traductor, consultor lingüístico y, más en general, como persona que reflexionaba concienzudamente sobre su lengua y su cultura por dos textos, ninguno de los cuales consigna explícitamente su autoría.

El primero de ellos consiste en la descripción más detallada de la lengua bribri aparecida en el siglo XIX: Die Sprache der Bribri-Indianer in Costa Rica (“La lengua de los indios bribris en Costa Rica”), publicada en alemán en 1898 por el erudito suizo Henri Pittier. Pittier reconoció que el diccionario que incluye en su obra se lo debía, en gran medida, a Gabb. También comentó que la conjugación de los verbos en bribri la obtuvo a partir del trabajo con este y con otro colaborador bribri (John Taylor) y afirmó que Gabb le escribió “frases” en bribri, con lo cual dejó constancia de que Gabb podía escribir su lengua, aunque, a su parecer, dichas frases estaban construidas de forma muy apegada al español.

"Lamentablemente, no toda la obra de Gabb ha llegado hasta nuestros días, o por lo menos no se ha encontrado rastro de todo aquello que, según se dice, escribió o tenía la intención de escribir."

Ha de destacarse que Pittier incluyó el nombre en su libro de estos dos indígenas con quienes trabajó, algo que no ocurre en las obras de quienes lo precedieron, como William Gabb padre y monseñor Bernardo Augusto Thiel. No obstante, en la obra de Pittier no figura con detalle cuál información proporcionó Gabb (pese a ello, sabemos, por ejemplo, que los datos que se incluyen acerca de los clanes bribris de la época se deben a Gabb, lo cual consignó el autor suizo en una publicación anterior a la de 1898, pero no en esta).

Además de ello, el hecho de que el libro de Pittier se haya publicado en alemán y no se haya traducido al español hasta hace poco sin duda ha incidido no solo en su poca divulgación en nuestro medio, sino también en el desconocimiento del aporte de Gabb como consultor lingüístico.

El segundo texto que nos concierne es obra en su totalidad (o, al menos, en su gran mayoría) de Guillermo Gabb. Tampoco se especifica su autoría, pero tenemos certeza de que él fue quien lo escribió gracias a que así lo hacen constar distintas fuentes, como el misionero protestante español Francisco de Paula Castells, el investigador alemán Walter Lehmann y el misionero protestante estadounidense Raymond Schlabach. Se trata del Evangelio según san Juan, traducción del español al bribri de dicho evangelio. La traducción fue comisionada por la Sociedad Bíblica Británica e Internacional, una organización protestante, bajo el cuidado del ya mencionado Castells.

Más allá del interés en esta obra desde una perspectiva religiosa, su relevancia radica en que se trata con toda seguridad del primer texto escrito por un hablante nativo del bribri, en una época en que esta lengua no se había grafizado (es decir, no se había llevado al formato escrito) más que para propósitos de documentación lingüística y etnográfica, pero no para servir como recurso para la propia comunidad indígena.

Portada del Evangelio según san Juan, traducido al bribri y publicado en Londres en 1905. Ejemplar facilitado por María Eugenia Bozzoli.

Con esto no queremos dar a entender que hemos de obviar que el fin último de quienes financiaron la traducción consistía en evangelizar y convertir al cristianismo, con ayuda de este texto, a la población de habla bribri, sino que deseamos subrayar que su elaboración trasciende este propósito, sea que quienes participaron en el proyecto hayan sido conscientes de ello o no.

Además de figurar como muestra de la forma como un hablante nativo del bribri la grafiza por primera vez, echando mano de las habilidades de escritura y lectura que había aprendido en su escolarización, desarrollada en español (y quizás en inglés y otros idiomas), el Evangelio representa el testimonio antiguo más extenso con que contamos de la lengua bribri de finales del siglo XIX e inicios del siglo XX. ¿Por qué esto resulta tan importante? Pues porque los datos más antiguos del bribri se los debemos a investigadores como el estadounidense William Gabb, el alemán Bernardo Augusto Thiel, el costarricense Carlos Gagini o el suizo Henri Pittier, ninguno de los cuales habría alcanzado un conocimiento verdaderamente profundo de la estructura de este idioma, ya sea porque carecían de las herramientas técnicas para emprender tal proyecto a cabalidad o porque no se interesaron más que por realizar descripciones muy someras.

Así las cosas, en el Evangelio según san Juan traducido al bribri por Gabb encontramos a un hablante nativo del bribri desplegando toda su competencia lingüística para llevar a buen término el proyecto de traducción, lo cual implica que en la obra se hallan muestras de mucho vocabulario no documentado por los otros autores, así como de innumerables fenómenos de pronunciación y de gramática que a ellos se les escaparon.

El Evangelio, además, se aparta del formato de recopilación de palabras y oraciones descontextualizadas que se aprecia en la obra de los otros autores, pues lo que hallamos en este caso es un texto, con toda la complejidad que ello implica, así como con toda la riqueza de información acerca de cómo se emplea la gramática y el vocabulario del bribri de modo cohesionado y con la finalidad de cumplir un propósito comunicativo concreto. Por consiguiente, para la investigación lingüística sobre la lengua bribri de finales del siglo XIX e inicios del XX, el valor de esta obra no puede dejar de reconocerse.

Por si esto fuera poco, el Evangelio según san Juan nos revela la competencia bicultural de Gabb. Apuntamos párrafos atrás que Gabb actuó como la fuente principal de muchos investigadores, viajeros y misioneros, pero que pocas veces ha quedado constancia fiel de ello y que aparentemente mucha de la información se ha perdido.

Empero, en su traducción Gabb nos muestra que conocía perfectamente el mundo talamanqueño de su época (incluyendo aspectos de la religión tradicional del pueblo bribri) así como el mundo hispanocristiano (judeo-cristiano, en gran medida, pero conceptualizado por medio del español). Constantemente encontramos huellas de la cultura material e inmaterial talamanqueña en el texto, como evidencia del esfuerzo de Gabb por traducir y adaptar conceptos de un texto bíblico que eran tan ajenos a la cultura bribri, con lo cual se pueden apreciar sus dotes de traductor intercultural.

En 1906 Gabb tuvo en sus manos su traducción, que había sido publicada en Londres, Inglaterra, un año antes. Gabb murió en 1911 y, a pesar de haber sido tan conocido en su época, muy pronto cayó en el olvido. Lo mismo sucedió con su traducción, que, por motivos diversos, parece haber circulado muy poco. No es sino hasta ahora que la obra se ha empezado a analizar con la seriedad y profundidad que merece.

El caso de Gabb nos recuerda que Talamanca, y en general muchos de los territorios que hoy en día forman la república de Costa Rica, han sido multilingües y multiculturales por centurias, aunque nos siga costando reconocerlo. También patentiza que muchas personas indígenas han desempeñado un papel activo como mediadores interculturales desde hace siglos.

Para saber más:

Están en preparación dos volúmenes de una serie titulada “La traducción de Guillermo Gabb del Evangelio según san Juanal bribri y su contexto de producción”. Serán publicados en la serie digital Tsirík, del CIICLA (http://www.ciicla.ucr.ac.cr/node/763)

También ver: “Voz experta: Bribris, cabécares y afrocaribeños en la formación de parejas interétnicas en Talamanca, 1870-1910” por Javier Sánchez Mora (https://www.ucr.ac.cr/noticias/2023/02/06/voz-experta-bribris-cabecares-y-afrocaribenos-en-la-formacion-de-parejas-interetnicas-en-talamanca-1870-1910.html)

Carlos Sánchez Avendaño
Docente de la Escuela de Filología, Lingüística y Literatura e investigador del Centro de Investigación en Identidad y Cultura Latinoamericanas (Ciicla)
carlos.sanchezavendano@ucr.ac.cr
 
Alejandra Boza Villarreal
Docente de la Escuela de Historia e investigadora del Centro de Investigación en Identidad y Cultura Latinoamericanas (Ciicla)
alejandra.bozavillarreal@ucr.ac.cr

Voz Experta: La felicidad en los orígenes del comunismo costarricense

Dr. Dennis Arias Mora

Voz experta: La felicidad en los orígenes del comunismo costarricense

Emociones y utopías durante la Gran Depresión (1929-1935)

Es necesario reiterar la advertencia orwelliana: toda idea de perfección delata un vacío, por lo cual este o cualquier estudio sobre el tema deberá considerar lo mucho de espejismo que esa proyección utópica tuvo incluso en una dimensión global.

20 de febrero de 2023

En los estudios sobre el comunismo costarricense siempre ha quedado clara la relación existente entre la Gran Depresión de 1929 y el origen del Partido Comunista en 1931.1 Sin quererlo, una nueva visita al análisis de aquel período ha arrojado algunos detalles posiblemente desconocidos de ese vínculo causal. En una investigación previa del suscrito, que indagaba las representaciones de lo monstruoso en la sociedad costarricense,2 la revisión del periódico La Revolución de 1930, que publicaron los posteriores fundadores del Partido, mostró poco de las clásicas estampas del capitalismo como criatura horrorosa o como un pulpo; y sorpresivamente, la principal imagen que anunciaba el nacimiento oficial del comunismo en el país consistía en todo lo contrario: la idea más repetida de aquella publicación fue, simplemente, la búsqueda, la promesa de la felicidad.

Luego de esa cacería infructuosa, me he propuesto explicar lo que inicialmente ha sido solo una extraña sorpresa mediante un nuevo proyecto de investigación, dándole forma a una hipótesis de trabajo en la cual se retoma aquella conocida relación entre el comunismo y la Gran Depresión, pero sugiriendo, primero, que la crisis económica generó -como lo hace en nuestra época de pandemia y recesión- múltiples reacciones emocionales en torno al sufrimiento social, y segundo, que la lectura comunista de aquel escenario recurrió igualmente a una respuesta emocional con la cual hacerse un espacio en la dinámica política de la época. De paso, esta aproximación permitiría ampliar el conocimiento historiográfico sobre el impacto de la revolución rusa (1917) en nuestra sociedad, debido a que, como podrá suponerse, la imagen comunista de la felicidad desembocaba en el horizonte utópico encontrado en la Rusia soviética, por entonces aparentemente exenta de los efectos de la crisis económica mundial y en medio de un proceso de transformaciones mediante planificación económica que resultaba atractivo a políticos e intelectuales de Occidente.3 Nuestro país no fue ajeno a aquel magnetismo.

Publicado originalmente en

El planteamiento de la anterior argumentación me ha llevado a considerar los tradicionales estudios historiográficos sobre la utopía4 y las propuestas de un campo más reciente como el de la historia de las emociones.5 Gracias a estos soportes conceptuales, se puede ver que lo utópico supone un topos o emplazamiento radicalmente distinto justo para dar credibilidad a un ideal extendido de una sociedad mejor, por lo que la utopía no remite estrictamente al ámbito de lo imposible.6 A su vez, el contemplar que las emociones no son solamente sentidas, sino también dichas y configuradas en discursos políticos y filosóficos a lo largo de la historia, permite apreciar que la felicidad tiene un largo recorrido entre diversos proyectos sociopolíticos y en contextos económicos complejos.7

Uno de esos últimos lo constituye la crisis económica mundial de 1929, con su epicentro en los Estados Unidos. Algunas recopilaciones de testimonios y correspondencia en ese país han demostrado las muchas formas de miedo, desesperanza y amargura generados por la desocupación, el hambre y los desalojos ocasionados por la Gran Depresión,8 por lo cual no era de extrañar que los discursos del presidente Franklin D. Roosevelt (1882-1945) sobre las reformas socioeconómicas e institucionales del New Deal para superar la crisis dieran espacio a la idea de la búsqueda de la felicidad,9 la cual se encontraba en la base de la Declaración de Independencia de esa nación desde fines del siglo XVIII.

El socialismo, surgido entre las profundas y traumáticas transformaciones que el capitalismo y la industrialización causaron desde el siglo XIX en las sociedades occidentales, recurrió igualmente a aquella idea de la felicidad en un horizonte por venir. Uno de los padres del anarquismo, William Godwin (1756-1836), habló de la felicidad dentro de su libro Investigación acerca de la justicia política y su influencia sobre la virtud y la felicidad generales,10 publicado en 1793, para condenar no solo la desigualdad económica del capitalismo, sino también al estado centralista. La felicidad, asimismo, resta distancia entre los llamados socialistas utópicos de la primera mitad del siglo XIX, que intentaron teorizar y construir comunidades modelo en Europa y América con la promesa de la felicidad perpetua, y el posterior socialismo denominado científico de Karl Marx (1818-1883) y Friedrich Engels (1820-1895); ambas tendencias hallaban el origen de las penalidades en los cambios económicos y sociales del capitalismo industrial, y reforzaban la idea de felicidad, no ya en el individuo, sino en la colectividad, en una comunitaria y en la otra organizativa para la revolución.11

En el contexto ruso del absolutismo zarista, previo a la revolución entre 1905 y 1917, hubo críticas como la del poeta Nikolái Nekrásov (1821-1878) en su libro Who can be Happy and Free in Russia?, de 1879; y bajo los primeros años del gobierno bolchevique, en una atmósfera de ebullición utopista sofocada luego de una década por el liderazgo de Josef Stalin (1878-1953),12 autoras como Aleksandra Kollontái dieron una dimensión de género a la interrogante de Nekrásov en la novela El amor de las abejas obreras (1923), se publicó una definición de felicidad en la Gran Enciclopedia Soviética de 1926,13 así como Evgueni Zamiatin (1884-1937) publicó la obra Nosotros (1924) dentro del género distópico que, como reverso de la utopía, sirvió para hacer una profunda crítica del totalitarismo en ciernes, régimen que terminó definiendo a Stalin como constructor de la felicidad en la sociedad soviética.14 El texto de Zamiatin sirvió de inspiración al escritor británico y socialista crítico del estalinismo George Orwell (1903-1950) para escribir su propia distopía 1984 (1949), cuya crítica a la felicidad totalitaria -presente también en otros clásicos distópicos como Un mundo feliz (1932) de Aldous Huxley (1894-1963) y Fahrenheit 451(1953) de Ray Bradbury (1920-2012)- parecía ser la respuesta a su propia pregunta en el ensayo ¿Pueden ser felices los socialistas? (1943), con el cual confirmaba que el problema de la felicidad no le fue indiferente a los pensadores socialistas, y con el que sentenciaba: Todo aquel que intenta imaginar la perfección no hace más que delatar su propio vacío.15

"La imagen comunista de la felicidad desembocaba en el horizonte utópico encontrado en la Rusia soviética... Nuestro país no fue ajeno a aquel magnetismo."

Y es desde esa dialéctica del vacío que el proyecto de investigación en curso se acerca a la manera en que el comunismo costarricense habló de la felicidad en medio de la crisis económica; tal como la entendieron John Steinbeck (1902-1968) con su novela Las uvas de la ira (1939) o Charles Chaplin (1889-1977) con su filme Tiempos modernos (1936), la búsqueda de la felicidad es incomprensible sin el retrato doloroso de una sociedad que sufre la Gran Depresión. Así quizás habría que comprender algunas de las notas del periódico La Revolución en Costa Rica: El pueblo que vive una vida de abyección, originada por la miseria. Desgracia suya que no es libre… Uníos para luchar por la felicidad del pueblo, conseguir que los felices ocupen el lugar de los infelices, no nivelar la miseria sino la felicidad. Es la más santa de las causas, la felicidad del prójimo.16 Como muchos en el mundo, aquellos comunistas locales ubicaron la geografía de su utopía en la Rusia soviética, como una aspiración igualitaria frente a la desigualdad: En Rusia todo el mundo trabaja, todos producen… tienen lo necesario para vivir feliz.17

Es necesario reiterar la advertencia orwelliana: toda idea de perfección delata un vacío, por lo cual este o cualquier estudio sobre el tema deberá considerar lo mucho de espejismo que esa proyección utópica tuvo incluso en una dimensión global. No es este un proyecto de investigación que parta de técnicas de medición para hablar sobre el pasado del supuesto país más feliz del mundo, cuestión más relacionada con asuntos de gobernabilidad e industrias de consumo,18 o con la publicidad de la pasada campaña electoral, donde se llamó a que volvamos a ser el país más feliz del mundo presentando a una mujer en la cocina sirviendo comida a su familia.19 Tal imagen debe despertar siempre la interrogante sobre el vacío; muy valiosas novelas distópicas feministas se han escrito como para ensoñarse con semejante propaganda.

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Este artículo se publica gracias al apoyo de la Vicerrectoría de Investigación al proyecto “La felicidad en los orígenes del comunismo costarricense. Una historia de las emociones, las utopías y el género en tiempos de la Gran Depresión (1929-1935)”, desarrollado en el Centro de Investigación en Identidad y Cultura Latinoamericanas (Ciicla).

1 Ana María Botey y Rodolfo Cisneros, La crisis de 1929 y la fundación del Partido Comunista de Costa Rica. San José: ECR, 1984; Vladimir de la Cruz, Las luchas sociales en Costa Rica: 1870-1930. San José: EUCR, 2004 [1977].

2 Dennis Arias Mora, Héroes melancólicos y la odisea del espacio monstruoso. Metáforas, saberes y cuerpos del biopoder (Costa Rica, 1900-1946). San José: Arlekín, 2016.

3 Eric Hobsbawm, Cómo cambiar el mundo. Marx y el marxismo 1840-2011. Barcelona: Crítica, 2011, pp. 271-274; Philip Blom, La fractura. Vida y cultura en Occidente 1918-1938. Barcelona: Anagrama, 2016, pp. 300-317.

4 Gregory Claeys, Utopía. Historia de una idea. Madrid: Ediciones Siruela, 2011.

5 Jan Plamper, The History of Emotions. An Introduction. New York: Oxford University Press, 2015.

6 Claeys, Utopía. Historia de una idea, pp. 7-15.

7 Darrin M. McMahon, Happiness. A History. New York: Atlantic Monthly Press, 2006.

8 Studs Terkel, Hard Times. An Oral History of the Great Depression. New York: The New Press, 1986; Robert S. McElvaine, Down and Out in the Great Depression. Letters from the Forgotten Man. Chapel Hill: The University of North Carolina Press, 2008.

9 Robert Darnton, “The Pursuit of Happiness”, The Wilson Quarterly, vol. 19, n° 4 (Autumn 1995), pp. 42-52.

10 William Godwin, An Enquiry Concerning Political Justice and its Influence on General Virtue and Happiness. Londres: 1793.

11 McMahon, Happiness, pp. 375-387.

12 Hans Günther, “Utopie nach der Revolution (Utopie und Utopiekritik in Russland nach 1917)”, en Wilhelm Vosskamp (Hrgb.), Utopieforschung, Vol. III. Baden-Baden: Suhrkamp, 1985, pp. 378-393.

13 McMahon, Happiness, p. 388.

14 McMahon, Happiness, pp. 403-404.

15 George Orwell, “¿Pueden ser felices los socialistas?”. Ensayos. México D.F.: DeBolsillo, 2015, pp. 446-453.

16 “Unámonos”, La Revolución, 29 de marzo de 1930, p. 3.

17 “¡Rusia!”, La Revolución, 29 de marzo de 1930, p. 2.

18 Sara Ahmed, “The Happiness Turn”, New Formations, 63 (Winter 2007/2008), pp. 7-14.

19 Progreso Social Democrático, 22 de febrero de 2022, Facebook: https://www.facebook.com/CostaRicaProgreso/videos/728512335221630/

Dennis Arias Mora
Docente de la Escuela de Historia e investigador del Centro de Investigación en Identidad y Cultura Latinoamericanas (Ciicla)
dennis.arias@ucr.ac.cr

Voz experta: Masculinidades y violencia en las campañas electorales durante la Guerra Fría en Costa Rica

M.Sc. José Daniel Jiménez Bolaños

Voz experta: Masculinidades y violencia en las campañas electorales durante la Guerra Fría en Costa Rica

La necesidad de parecer duro hace que un presidente adopte posiciones autoritarias frente aquellos grupos e instituciones que lo cuestionen o problematicen sus políticas

29 de diciembre de 2022

El discurso político y, especialmente, los diferentes discursos que se despliegan en los medios de comunicación durante el periodo de campaña electoral son de los principales mecanismos por medio de los cuales se abre la posibilidad de construir, cuestionar y perpetuar elementos de la masculinidad. Las campañas electorales se pueden leer como espacios para la representación ritualizada de las masculinidades; lugares de demostración de los ideales de género, interpretados socialmente como requisitos para ocupar el puesto público de mayor importancia: la presidencia.

Desde el final de la Guerra Civil de 1948 y la consolidación de la polarización ideológica en el marco de la Guerra Fría, las actitudes culturales hacia la masculinidad presidencial han sido moldeadas, en gran medida, por la potencial amenaza externa, y sus posibles ramificaciones locales. En medio de un mundo que era interpretado como lleno de amenazas comunistas listas para hacerle daño a Costa Rica, la figura del presidente debía encarnar y exhibir fuerza, dureza e intolerancia total hacia esos supuestos enemigos. Por lo tanto, la construcción de masculinidades en el contexto de la segunda mitad del siglo XX está íntimamente vinculada con el despliegue de la violencia política, dirigida, en su mayor parte, a evitar que esos otros amenazantes pudieran acceder al poder.

Las campañas electorales son un espacio idóneo para la difusión y la competencia de ideologías culturales y políticas, por lo tanto, pueden ser también entendidas como luchas entre diferentes versiones del ideal masculino hegemónico, así como disputas sobre el tipo de cualidades masculinas mayormente apreciadas y esperadas por la mayoría del público elector. Quién es y cómo actúa el candidato presidencial – así como la forma en que la masculinidad es representada y construida en los discursos – tiene una gran influencia en la producción y reproducción de normas sociales y expectativas de lo que significa ser un hombre de verdad.i

En este contexto, las plazas públicas habían adquirido un peso simbólico muy fuerte en la cultura político-electoral; eran lugares de fiesta y celebración, y la tribuna era el escenario en el que los políticos ejecutaban una obra ritualizada, en la cual el candidato debía dar cuenta de sus cualidades y méritos para ser presidente, al mismo tiempo que los oponentes eran colocados en el lugar del villano, incapaces de asumir las riendas del país y siempre dispuestos a la subversión.

Otra actividad de demostración de fuerza que está presente es la toma simbólica de las principales avenidas del casco central de la ciudad de San José. Tanto las plazas públicas como la toma de las avenidas – además de ser espacios de celebración y fervor político – fueron también escenario para el despliegue de la violencia: insultos, golpes, disturbios, turbas, matonismo, brigadas de choque, hordas, mafias, prácticas gansteriles, batallas campales y luchas callejeras son algunos de los términos utilizados para caracterizar estas actividades. A continuación se presentan algunos casos específicos.

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Campaña de 1953

Durante la campaña de 1953, en la que se enfrentaron José Figueres Ferrer del Partido Liberación Nacional (PLN) y Fernando Castro Cervantes del Partido Demócrata (PD), hubo constantes acusaciones de violencia política ejercida por los partidarios.

Desde la perspectiva liberacionista, la estrategia de sus opositores consistía en enviar “grupos de matones a provocar, durante la reunión, a figueristas que oyen los discursos a prudente distancia. Estos matones, al ver que el figuerismo no les hace caso, interpretan esa actitud como temor, y se pasan obligando a los figueristas a darles su merecido.”ii Desde el discurso del PLN, sus opositores eran catalogados como matones, como individuos que buscan generar conflicto e intimidar a la población. Hay una crítica al uso de la violencia, no obstante, dicha crítica es ambigua, ya que por un lado se les reprocha a sus contrincantes el matonismo, pero al mismo tiempo se reservan para sí mismos una potencial respuesta violenta.

Las acusaciones de violencia no provenían exclusivamente del PLN. Por ejemplo, el PD culpó a los liberacionistas de cometer actos de barbarie, de mandar turbas para que lanzaran piedras en las actividades políticas, por ejemplo en Cartago,iii y en Tilarán donde, incluso, se le achacó a Figueres que “las pasiones al rojo vivo que despierta sus prédicas […] dieron lugar a que se provocara entre vecinos de aquel lugar una grave serie de incidentes.”iv En el club político del PD en Alajuela se dio un conflicto debido a que grupos de figueristas se situaban frente al edificio para gritar e insultar. En esa ocasión se afirmó que a los liberacionistas “les fue muy mal y salieron duramente castigados, pero esta vez con el éxito inicial que dan la sorpresa y la agresión cobarde y carente de hombría […] demostraron su malacrianza, su agresividad y su falta de cultura.”v Dichas agresiones fueron, incluso, condenadas por el presidente Otilio Ulate, quien se posicionó como un “hombre decente” a quien este tipo de actos le producen indignación.vi

Campaña de 1970

Para las elecciones de ese año se perfilaban dos candidatos principales: José Figueres Ferrer del PLN y Mario Echandi Jiménez del Partido Unificación Nacional (PUN). Al igual que sucedió en ocasiones anteriores, fue a mediados de enero – a escasas semanas del día de la votación – cuando la violencia callejera se desató.

Caricatura del presidente que protege al país del comunismo
Fuente: Partido Unión Nacional, “Campo pagado”, Diario de Costa Rica, 7 de enero de 1962, 4.

En un editorial de La Nación se informó que, desde hace días, los partidos políticos habían empezado con la práctica de tomar las vías céntricas de la capital como una forma de demostración de fuerza y desafío. Se señaló que “quien concibió ese nuevo método de campaña política, que inmediatamente ha sido emulado por los otros partidos, se propuso buscar en la calle, en la agitación de masas, lo que no encuentra en la propaganda oficial […] algo que suscite pasión y exaltación de los ánimos.”vii

Eso fue lo que sucedió el 16 de enero, ya que al menos 20 personas resultaron heridas en la Avenida Central, se destruyeron las vitrinas de múltiples tiendas y la policía tuvo que intervenir.viii En un segundo disturbio el 23 de enero, fueron detenidas 30 personas que se habían situado en la misma avenida,ix incluso el Instituto Costarricense de Turismo (ICT) se manifestó, argumentando que la violencia callejera afectaba la promoción del turismo extranjero, dejando en entredicho el nombre del país.x En medio de este contexto conflictivo, los delegados del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) tuvieron que afrontar las luchas callejeras, ejerciendo como mediadores entre los partidos y propiciando un “pacto de caballeros” con el fin de frenar la violencia.xi

Mario Echandi criticó varias veces a Figueres por su carácter violento y por su actitud en las plazas públicas. En un discurso televisado, el candidato del PUN afirmó que su oponente liberacionista había utilizado la tribuna política en Orotina y Nicoya para asegurar que “su método de acción política va a ser el garrote para los costarricenses.”xiiEn repetidas ocasiones Echandi hizo alusión a la supuesta “crisis nerviosa” que dominaba a Figueres. De acuerdo con el discurso del PUN, era alguien con los nervios quebrados, con crisis de temperamento, con poses de matonismo e incapaz de dominar sus emociones.xiii. Incluso se llegó a afirmar que Figueres había supuestamente golpeado con un palo al menor de edad Mariano Campos Garita.xiv En un campo pagado firmado por varias mujeres se exclamó: “Alto ahí Figueres. Vapulear menores no es de hombres. Eso es el matonismo llevado al máximo extremo.”xv

"Tanto las plazas públicas como la toma de las avenidas - además de ser espacios de celebración y fervor político - fueron también escenario para el despliegue de la violencia: insultos, golpes, disturbios, turbas, matonismo, brigadas de choque, hordas, mafias, prácticas gansteriles, batallas campales y luchas callejeras son algunos de los términos utilizados para caracterizar estas actividades."

Campaña de 1974

Compleja por la gran cantidad de candidatos: Daniel Oduber Quirós por el PLN, Fernando Trejos Escalante por el PUN, Jorge González Martén del Partido Nacional Independiente (PNI), Rodrigo Carazo Odio del Partido Renovación Democrática (PRD), G.W. Villalobos del Partido Demócrata (PD) y Manuel Mora del PASO. Al igual que en las campañas anteriores, fue a mediados de enero cuando los brotes de violencia callejera se empezaron a dar.

El 11 de enero se informó que grupos de jóvenes de Liberación y Unificación recorrieron la Avenida Central de San José, lo que desembocó en un intercambio de insultos y una lucha de banderazos que tuvo como resultado el envío de 7 personas al hospital.xvi En esa misma semana se comunicó que el club del PUN en el centro de San José había sido atacado por partidarios del PLN, lanzando piedras, rompiendo vidrios y lastimando a las personas que se encontraban en su interior, a lo que el TSE tuvo que intervenir.xvii En relación con estos hechos, desde el PUN se manifestó que “lo que pasa es que están envalentonados con las palabras del presidente Figueres, cuando dijo que nos iba a dar garrote.”xviii

Dicha afirmación hace referencia a una conferencia celebrada por Figueres en San Rafael de Cinco Esquinas, en Tibás, donde reprochó la publicación de un campo pagado del PUN sobre los gastos de Casa Presidencial y Relaciones Exteriores. Al respecto afirmó que “como gobernante tengo que contestar esas majaderías. A los mentirosos les daré una paliza.”xix Por su parte, Julio Suñol manifestó en un editorial del Diario de Costa Rica que el presidente Figueres “ofreció dar ‘una paliza a los mentirosos’. Los mentirosos son los que se le oponen. Quienes no coinciden con sus puntos de vista.”xx Para Suñol, las declaraciones de Figueres eran evidencia de la decadencia que vivía el país, ya que se presentaba un escenario donde solo se podía esperar lo peor: un campo de batalla que llevaría al país por la vía del enfrentamiento armado.xxi

Campaña de 1982

En la contienda en que se enfrentaron Luis Alberto Monge Álvarez del PLN, Rafael Ángel Calderón Fournier de la Unidad y Mario Echandi Jiménez del Movimiento Nacional, la violencia callejera se va a desatar a escasos días de la fecha de las votaciones. La Avenida Central y su posesión simbólica entre partidarios de las dos principales agrupaciones políticas fue lo que hizo estallar una lucha a garrotazos, hubo cinco jóvenes que tuvieron que ser enviados al Hospital San Juan de Dios, uno de ellos inconsciente.xxii Durante la misma semana, en una manifestación política de la Unidad en la ciudad de Palmares, estalló una bomba de gases lacrimógenos entre la multitud.

Muy similar a la estrategia de Virgilio Calvo durante la campaña de 1970, y de Carazo en la de 1974, Echandi se balanceaba entre el despliegue de violencia de los otros partidos políticos, lo que le abrió la posibilidad de representarse lejos de los supuestos extremismos, como el candidato de la paz, y el unificador de la familia costarricense, discurso que ya había utilizado en sus campañas anteriores de 1953, 1958 y 1970. En un contexto de crisis económica e intensificación del conflicto armado centroamericano, la construcción de la masculinidad en el ámbito de las campañas electorales experimentó una transformación: ya no se trataba de demostrar la violencia del candidato opositor, sino de tomar posesión simbólica de la paz. Las campañas políticas durante esta década se caracterizaron por una competencia entre los candidatos por establecer quién de ellos era su legítimo representante.

 

Caricatura de José Figueres Ferrer con un garrote
Fuente: Partido Unificación Nacional, “Campo pagado”, La Nación, 21 de enero de 1970, 37.

 

Masculinidades contemporáneas

La relación notoria entre la masculinidad y la política ha ido adquiriendo una centralidad notable en las discusiones contemporáneas a nivel internacional. Ante un panorama donde el compromiso, el diálogo y el consenso son vistos como signos de debilidad por parte de una configuración de masculinidad militante y combativa, la necesidad de parecer duro hace que un presidente adopte posiciones autoritarias frente aquellos grupos e instituciones que lo cuestionen o problematicen sus políticas. Se trata de una forma de masculinidad que no solo está en desacuerdo con otros sectores, sino que los demoniza, para menospreciarlos con apodos y ataques. Se hace necesario pensar críticamente sobre la relación entre masculinidad y política, tanto en el presente como en el pasado.

i Jackson Tambor Katz, “The Presidency as Pedagogy: A Cultural Studies Analysis of Violence, Media and the Construction of Presidential Masculinities,” (Tesis de doctorado, Los Angeles, University of California, 2009).

ii PLN, “El castrismo se violenta,” La República, 8 de julio de 1953, 9

iii “Cartago contra Figueres,” Diario de Costa Rica, 11 de julio de 1953; PD, “El figuerismo sepultó a José Figueres,” La Nación, 21 de julio de 1953, 21.

iv PD, “El figuerismo deja una estela de dolor por los lugares que transita,” La Nación, 4 de julio de 1953, 6.

v PD, “Rabioso ante la inminencia de su derrota el Figuerismo inició una etapa de provocaciones,” La Nación, 15 de julio de 1953, 8.

vi PD, “Las declaraciones del señore presidente Ulate,”, La Nación, 17 de julio de 1953, 9.

vii “Editorial: Propaganda y campaña política,” La Nación, 16 de enero de 1970, 14.

viii “Heridos anoche en refriegas en Avenida Central entre simpatizantes de los partidos políticos,” La Nación, 17 de enero de 1970, 32.

ix “Guardia Civil controló a provocadores,” La Nación, 24 de enero de 1970, 12.

Caricatura sobre la violencia electoral
Fuente: Sin título, La República, 21 de enero de 1986, 10.

x ICT, “Un llamado a la cordura,” La Nación, 24 de enero de 1970, 30.

xi “Editorial: El ejemplo de los delegados del T.S.E.,” La República, 28 de enero de 1970, 8.

xii PUN “Un hombre con los antecedentes de Figueres, no puede hacerle al pueblo la ofensa de pretender la Presidencia,” La República, 8 de enero de 1970, 18.

xiii PUN, “Esta es la diferencia,” La República, 15 de enero de 1970. 15; Mario Echandi, “Indigna a los costarricenses que Figueres ofrezca dar palo a los ciudadanos,” La Nación, 3 de enero de 1970, 23; PUN, “Ciérrele el paso al comunismo,” La Nación, 13 de enero de 1970, 32; PUN, “La victoria de Unificación será arrolladora,” La Nación, 24 de enero de 1970, 33.

xiv PUN, “Figueres agredió personalmente a un menor de edad,” La República, 13 de enero de 1970, 7.

xv PUN, “Cortina de humo para palabrotas de Figueres tienen mujeres liberacionistas,” La República, 14 de enero de 1970 12

xvi “Disturbios anoche en la Avenida Central: 7 heridos,” La Nación, 11 de enero de 1974, 8A.

xvii “Asaltado anoche por elementos de Liberación club de la Unificación,” La Nación, 12 de enero de 1974, 6A.

xviii “Guardia Civil sitió ayer el club de Unificación Nacional,” La Nación, 13 de enero de 1974, 6A.

xix “Figueres: G.W. ganará…”, La República, 11 de enero de 1974, 1.

xx Julio Suñol, “Editorial: Una paliza presidencial,” Diario de Costa Rica, 13 de enero de 1974, 4.

xxi Julio Suñol, “Editorial: Violencia maldita,” Diario de Costa Rica, 14 de enero de 1974, 4.

xxii “Violencia política estalló anoche,” La República, 27 de enero de 1982, 8.

José Daniel Jiménez Bolaños
Docente de la Escuela de Historia e investigador del Centro de Investigación en Identidad y Cultura Latinoamericanas
josedaniel.jimenez@ucr.ac.cr

Voz experta: Las primeras novelistas costarricenses

M.Sc. Iván Molina Jiménez

Voz experta: Las primeras novelistas costarricenses

Diez mujeres destacan como escritoras de novelas en la primera parte del siglo XX, a pesar de las desventajas que experimentaban en relación con los autores masculinos

13 de diciembre de 2022

La fiebre por la lectura de novelas, que en otras partes del mundo occidental fue un fenómeno de finales del siglo XVIII, se manifestó en Costa Rica después de la independencia (1821). Los principales consumidores de este género literario fueron los jóvenes –incluidas las mujeres– pertenecientes a familias acomodadas urbanas.

Según los anuncios periodísticos, los catálogos de las librerías y los inventarios sucesorios, las novelas leídas eran predominantemente europeas –sobre todo francesas–, con una preferencia por las publicadas de 1800 en adelante.

Aunque algunas de esas novelas empezaron a ser serializadas por los periódicos josefinos desde 1846, fue necesario esperar a 1869 para que en Costa Rica se publicara la primera novela en forma de libro. En este año, por iniciativa del español Alejandro Cardona Llorens, la tipografía estatal imprimió Danaë de Bernard-Adolphe Granier de Cassagnac, originalmente dada a conocer en Francia en 1840.

Poco después, esa misma tipografía produjo la primera novela original publicada en Costa Rica: Emelina. Escrita por el médico, masón y emigrado político cubano, Luis Martín de Castro, circuló en 1873.

Nacionalización

El giro hacia la nacionalización de la novela ocurrió solo en la década de 1880, en el contexto de la invención de la nación, que tuvo por eje –según las investigaciones de Steven Palmer– la recuperación de la guerra de 1856-1857 contra los filibusteros liderados por William Walker y la conversión de Juan Santamaría en héroe nacional.

Juan Durán Luzio indica que, en 1888, el abogado Manuel Argüello Mora, sobrino del expresidente Juan Rafael Mora Porras, publicó por entregas en Costa Rica Ilustrada, la novela “Risas y llanto. Escenas de la vida en Costa Rica”. Dicha revista la reimprimió de nuevo en 1890 y en 1899 circuló la versión definitiva en forma de libro, pero con un título diferente: Misterio.

De esta forma, casi setenta años después de la independencia, se publicó la primera novela costarricense. Su autor, nacido en 1834, fue uno de esos jóvenes que creció durante la fiebre inicial por la lectura de novelas.

Publicado originalmente en

Producción

Entre 1890 y 1949, se ubica un primer ciclo de producción novelística en el país, que supuso la publicación de 118 novelas para un promedio de casi dos obras por año; sin embargo, cuando los datos se consideran decenalmente, se observa una tendencia inicial al crecimiento.

Si en la década de 1890 se publicaron 6 novelas, esa cifra ascendió a 18 en la de 1900, a 22 en la de 1910 y a 30 en la de 1920. En la de 1930 –en el contexto de la Gran Depresión–, ese total se redujo a 18 títulos y se elevó a 24 en la de 1940.

De esas 118 novelas, 19 fueron escritas por extranjeros radicados temporal o permanentemente en el país. Además, 22 obras, elaboradas por costarricenses, circularon por vez primera en el exterior, sobre todo en Argentina, España y México.

Por último, de esas 118 novelas, 24 fueron publicadas originalmente en revistas o periódicos y 94 como libros. De estos últimos, 14 tenían 49 páginas o menos, 16 de 50 a 99 páginas, 27 de 100 a 199 páginas y 33 más de 200 páginas (en cuatro casos no se pudo determinar la extensión).

Mercado

El bajo promedio anual de novelas, el considerable porcentaje de las que circularon en periódicos y revistas y la alta proporción de las que tenían menos de cien páginas son indicadores de una cultura de la publicación dominada por las imprentas.

Dado que a los autores les correspondía financiar sus obras o buscar los recursos para hacerlo, poco sorprende que algunos las publicaran en revistas y periódicos o redujeran su extensión para minimizar los costos del tiraje.

Pese a que desde la década de 1900 hubo esfuerzos por establecer editoriales en el sector privado, tales iniciativas fueron efímeras. A tal fracaso contribuyó la pequeñez del mercado cultural: en 1949, la población apenas ascendía a 859.908 habitantes (según Héctor Pérez Brignoli), la urbanización era limitada y las coberturas de la enseñanza secundaria (7,3 por ciento) y la universitaria (1,3 por ciento) eran muy reducidas.

La Universidad de Costa Rica fundó en 1946 la primera casa editora estatal. Aunque esta fue la primera editorial pública que hubo en América Central –se adelantó a la creada en el Ministerio de Educación Pública de Guatemala en 1948–, concentró su quehacer en publicar estudios académicos, no obras literarias.

"La fiebre por la lectura de novelas, que en otras partes del mundo occidental fue un fenómeno de finales del siglo XVIII, se manifestó en Costa Rica después de la independencia (1821). Los principales consumidores de este género literario fueron los jóvenes –incluidas las mujeres– pertenecientes a familias acomodadas urbanas."

Género

De las 118 novelas aquí analizadas, 101 fueron escritas por 54 hombres y 17 por 10 mujeres, para un promedio por persona de 1,9 obras en el caso de los primeros y de 1,7 en lo que respecta a las segundas. Si en términos de producción la ventaja masculina fue muy amplia, en productividad fue mínima.

Tal diferencia se explica por dos razones. Por un lado, aunque desde inicios del siglo XX el acceso de hombres y mujeres a la enseñanza secundaria tendió a equipararse, no ocurrió lo mismo con la educación universitaria, donde estas últimas estaban en franca desventaja.

Por otro, las mujeres disponían de menos posibilidades de reunir los recursos necesarios para costear la publicación de sus novelas o de conseguir que otras personas o entidades financiaran la impresión.

Se pueden distinguir tres períodos en la producción de novelas femeninas publicadas en el país: de 1904 a 1929 se publicaron 12 obras, 9 escritas por extranjeras y 3 por nacionales; de 1930 a 1940 no circuló ninguna; y de 1941 a 1949 se imprimieron 5 títulos, todos escritos por costarricenses.

No se incluye en este cálculo a Yolanda Oreamuno Unger, cuya obra, La ruta de su evasión, circuló en Guatemala en 1950 (la primera novela femenina con un enfoque predominante de género y en ser publicada fuera de Costa Rica).

Al considerar el caso de Costa Rica en el contexto de América Central, se observan tres variantes en relación con lo que fue la publicación de las primeras novelas femeninas: una etapa temprana en Honduras (1895) y Costa Rica (1904), una tardía en El Salvador (1926), Nicaragua (1935) y Guatemala (1938), y una más cercana al presente en Panamá (1953) y Belice (1982).

Extranjeras

La primera novela femenina publicada en Costa Rica fue “La pastora de los ángeles”. Escrita por la española Caridad Salazar Fernández, circuló en el periódico alajuelense El Poás en 1904.

Salazar, quien llegó a vivir a Costa Rica a los tres años según Benedicto Víquez Guzmán, fue la novelista más prolífica del período anterior a 1950, pues publicó, además, La cruz de Caravaca (1924), El legado (1925), Flor de café (1926) y Un Robinson tico (1927).

En 1907, se publicó una segunda novela femenina y la primera en forma de libro: Almas de pasión, de la puertorriqueña Julieta Puente. Casada con el diplomático británico Charles McGrigor, Puente publicó una segunda novela en el país, Voluntad y redención, en 1929.

Dos extranjeras más produjeron novelas en Costa Rica, la española Juana Fernández Ferraz y la alemana Anny Fait. La primera, madre de Caridad Salazar y hermana de los intelectuales Víctor, Juan y Valeriano Fernández Ferraz que tanto influyeron en la educación costarricense a finales del siglo XIX, dio a conocer El espíritu del ríoen 1912. A su vez, la segunda publicó, en 1927, En el valle.

Costarricenses

La novela femenina costarricense comenzó a nacionalizarse en 1908, cuando María Fernández Le Capellain –hija del abogado y político Mauro Fernández Acuña– publicó en la revista teosófica Virya la novela Zulai y allí mismo circuló Yontá en 1909. Definidas como de “costumbres indias”, ambas obras fueron impresas como libro en este último año y tuvieron una tercera edición en 1919.

Pese a que fueron las novelas femeninas con más ediciones antes de 1950, su impacto literario fue muy limitado, a lo que contribuyó que Fernández fuera la esposa del dictador Federico Tinoco Granados, con quien partió al exilio precisamente en 1919.

Aparte de Fernández, la única otra escritora costarricense que incursionó en el género novelístico antes de 1920 fue Carmen Lyra. En 1918, publicó la más importante novela femenina de la primera mitad del siglo XX: En una silla de ruedas.

Fue solo en la década de 1940 que se reinició la publicación de novelas femeninas escritas por costarricenses: Victoria Garrón Orozco publicó Castelldefels (1941), Rosalía Muñoz Picado, Alma (1942) y Sacrilegio (1944); Edelmira González Herrera, Alma llanera (1946); y María del Socorro González Quesada –hija del escritor y diplomático Manuel González Zeledón–, Aparta de tus ojos (1947).

De todas estas mujeres, solo Carmen Lyra no procedía de familias acomodadas y carecía de vínculos con círculos de intelectuales y políticos; además, fue la única que se integró al Partido Comunista en 1931.

* La presente publicación es producto del proyecto “La publicación de novelas en Costa Rica en la larga duración (1869-2021)”, financiado por la Vicerrectoría de Investigación y realizado en el Centro de Investigación en Identidad y Cultura Latinoamericanas de la Universidad de Costa Rica.

Iván Molina Jiménez
Docente de la Escuela de Historia e investigador del Centro de Investigación en Identidad y Cultura Latinoamericanas (Ciicla)
ivan.molina@ucr.ac.cr

Voz experta: Estrategias coloniales, la vida de dos conquistadores de Costa Rica

Dr. Eduardo Madrigal Muñoz

Voz experta: Estrategias coloniales, la vida de dos conquistadores de Costa Rica

Los conquistadores y sus descendientes utilizaron todos los medios materiales y simbólicos que tuvieron a su alcance para lograr el éxito y la consolidación social

4 de enero de 2023

Las estrategias de vida de los actores sociales particulares muestran el proceso de formación de una colonia, el cual también puede ser explicado a partir de los movimientos vitales y lazos sociales de los individuos que la fundaron y la habitaron. Esto es posible verlo con gran claridad a través de las vidas de los conquistadores que arribaron a Costa Rica en el siglo XVI y de sus descendientes. De ello son particularmente reveladoras las vidas de Juan Solano y Francisco Ramiro Corajo.

El primero de estos personajes, Juan Solano, nació en Trujillo, Extremadura, entre 1538 y 1540 y llegó a Costa Rica como uno de los hombres de confianza del adelantado Juan de Cavallón, hacia 1561. Rápidamente fue nombrado en puestos políticos como, por ejemplo, regidor de Garcimuñoz y alcalde ordinario de Cartago. Luego ocupó otros puestos bajo el mando de distintos adelantados (capitanes) de conquista y gobernadores coloniales. Esto significa que sus superiores le reconocieron desde un principio un estatuto social del que otros conquistadores no gozaban, lo que indica que puede haber sido un individuo proveniente de la baja nobleza española. Falleció en Cartago en 1613 o 1615.

Como medios de riqueza, se le conoce únicamente haber sido encomendero de Puririce y Garavito. Luego se menciona que era también encomendero de Barva, en 1599. Esto es fundamental porque la encomienda (reparto de indígenas conquistados que debían trabajar para pagar tributo a cada conquistador) era fundamental en la época como medio de riqueza, pero también como objeto de prestigio social, pues concedía a sus beneficiarios el título noble de “don” y la posibilidad de ser “señores de vasallos.” Esto hizo que los conquistadores despreciaran otros medios de riqueza como la agricultura y el comercio, quizá considerados indignos de ellos. Esto demuestra la importancia de lo simbólico para el grupo inicial de conquistadores

Publicado originalmente en

Aparte de lo anterior, Juan Solano también tuvo puestos en la Real Hacienda, lo que indica que debe haber tenido cierta educación, para poder desempeñarlos. Así pues, es visible que aprovechó muy bien la oportunidad de ascenso social que le brindó la conquista y supo capitalizar sus otras capacidades –como su nobleza y educación- para escalar posiciones en la política y la sociedad mediante el servicio al rey. Con ello fue un componente esencial que contribuyó a construir a Costa Rica como una colonia, después de la conquista.

Además, Solano también aprovechó la posibilidad de establecer lazos sociales, siempre con los mismos fines de escalar posiciones, pero también con miras a reproducirse en la larga duración. Se casó en Panamá, en 1576, con doña Mayor de Benavides y Grado, rica heredera originaria de Jerez de los Caballeros. Con ello obtuvo, sin duda alguna, grandes beneficios materiales y simbólicos.

Con esta dama, Solano procreó 9 hijos. Lo más destacable de ellos es que todas las mujeres se casaron con hombres de alta posición social, muchos de ellos venidos de fuera de la colonia, como fue el caso de Jorge de Alvarado (conectado con Pedro de Alvarado, conquistador de Guatemala), Francisco de Ocampo Golfín o Luis Cascante de Rojas (rico finquero de la región de Escazú). De estas uniones nacieron los más poderosos linajes coloniales que habrían de regir desde entonces la vida de la colonia. Esto muestra la importancia de las líneas femeninas como transmisoras del poder y la riqueza en esta época, elemento que era estratégicamente aprovechado por quienes buscaban casarse con ellas y que contribuyó a configurar la elite gobernante de la provincia.

"Es posible ver que los conquistadores y sus descendientes utilizaron todos los medios materiales y simbólicos que tuvieron a su alcance para lograr el éxito y la consolidación social, aún si en algunos casos estas estrategias resultaron fracasadas. Contribuyeron con ello no solo a la creación, sino también a la transformación de las estructuras políticas, sociales y económicas de la Costa Rica de su época."

Los varones de la familia, por su parte, se dedicaron a diversas actividades productivas, como el comercio exterior, que se volvió la fuente privilegiada de enriquecimiento a partir de la segunda década del siglo XVII en Costa Rica. También tuvieron importantes posiciones en la política, principalmente a través de puestos de cabildo y uno de ellos en la iglesia. Esto muestra claramente que, a partir de esta generación, se produjo un cambio de estrategia entre los descendientes de los conquistadores, que se inclinaron más por el comercio exterior. Con esta nueva estrategia dieron un claro giro a toda la economía de la provincia.

Empero, en varios casos, los hijos de Solano murieron sin dejar descendencia, aunque sí se casaron con herederas poderosas, o tuvieron solo hijos naturales, que terminaron por fallecer sin descendencia también. Ello produjo que su apellido desapareciera en las generaciones siguientes, aunque los hijos naturales siguieron detentando posiciones importantes en la riqueza y el poder.

El otro conquistador, Francisco Ramiro Corajo, llegó a Costa Rica con Perafán de Rivera en 1568 y aportó armas y soldados a su costa a la conquista. Esto indica que era un individuo con recursos económicos y probablemente de la nobleza. En vista de ello también fue premiado con encomiendas. También tuvo un intenso involucramiento en la política, como regidor y en otros puestos, y tampoco tuvo otras actividades económicas aparte de la encomienda, de la cual aparentemente vivía.

Se casó con doña Francisca de Zúñiga y con ella procreó tres hijos, dos de ellos varones y una mujer. El menor de los varones nunca se casó, pero el mayor y la mujer lo hicieron con dos miembros de una poderosa familia de tesoreros de la Real Hacienda de Nicaragua. El primogénito, García Ramiro, tuvo un gran involucramiento en puestos políticos e incluso movilizó contactos con familiares suyos en España para conseguírselos. También tuvo poderosas conexiones económicas, pues entabló numerosos negocios comerciales en Panamá. Esto indica el poder y alcance de sus relaciones sociales, pues manejó conexiones a escala del imperio y también fue responsable del redireccionamiento de la economía de Costa Rica de la encomienda hacia el comercio exterior en este tiempo.

Sus hijos fueron personajes políticamente involucrados y movilizaron importantes capitales asociados principalmente al comercio de exportación y a la ganadería en el Pacífico Central, negocio que también estaba teniendo un gran desarrollo en su tiempo.

Sin embargo, como en el caso anterior, solo sus hijas lograron entablar conexiones familiares redituables y procrear linajes consistentes, mientras que los varones fracasaron en este cometido pues no se volvieron a involucrar en el poder político ni económico y, finalmente, dos de ellos emigraron de la provincia sin dejar mayores huellas en ella.

Así, es posible ver que los conquistadores y sus descendientes utilizaron todos los medios materiales y simbólicos que tuvieron a su alcance para lograr el éxito y la consolidación social, aún si en algunos casos estas estrategias resultaron fracasadas. Contribuyeron con ello no solo a la creación, sino también a la transformación de las estructuras políticas, sociales y económicas de la Costa Rica de su época.

Eduardo Madrigal Muñoz
Docente de la Escuela de Historia e investigador del Centro de Investigación en Identidad y Cultura Latinoamericanas (Ciicla)
eduardo.madrigal@ucr.ac.cr