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Voz experta: Pasado, presente y futuro de la Historia Colonial

Dra. Elizet Payne y Dr. Manuel Chacón

Voz Experta: Pasado, presente y futuro de la Historia Colonial

Una reflexión en el marco del 45 aniversario del Centro de Investigaciones Históricas de América Central

Desde la creación del CIH, hoy Centro de Investigaciones Históricas de América Central (CIHAC), los estudios del Periodo Colonial han formado parte de este Centro como un eje central en el conocimiento de un periodo (momento histórico) en que se sentaron las bases de la Costa Rica y la Centroamérica contemporánea.

04 abril 2024

Entre 1970 y 2023, y a partir del desarrollo de la Historia como profesión académica, el estudio de la época Colonial se convirtió en toda una especialidad dentro de la disciplina, por lo que ha ofrecido importantes aportes a la historiografía nacional en particular, y centroamericana en general. Como cualquier rama de estudio, la Historia Colonial ha estado influenciada por las corrientes historiográficas vigentes en cada momento histórico y, por lo tanto, sus aportes han enfatizado en los problemas y tendencias derivados de la Historia y de otras disciplinas como la antropología, la economía, la arqueología, la lingüística, las ciencias exactas y naturales, entre otras muchas.

Mientras en el pasado los temas coloniales se enfocaban en biografías, política y legislación, en la década de 1980, una nueva generación de personas historiadoras se interesó, sobre todo, en temáticas de carácter económico. La mayoría logró cobijo en el Centro de Investigaciones Históricas en el momento en que surgió el proyecto “Plan General de Historia de Costa Rica”, en 1984. Las investigaciones iniciales buscaban estudiar este periodo como parte del proyecto de construcción de la historia de Costa Rica, a través de la edición de una serie de tomos que completarían dicha historia partiendo desde la época precolombina, pasando por la Colonial, hasta la Costa Rica Contemporánea.

Desde la creación del CIH, hoy Centro de Investigaciones Históricas de América Central (CIHAC), los estudios del Periodo Colonial han formado parte de este Centro como un eje central en el conocimiento de un periodo (momento histórico) en que se sentaron las bases de la Costa Rica y la Centroamérica contemporánea. En este proceso los estudios del periodo colonial estuvieron presentes, con investigaciones de María Molina de Lines, la primera Directora del CIH, Carlos Meléndez, Paulino González, Juan Carlos Solórzano, Luis Fernando Sibaja, Priscilla Albarracín, Carlos Rosés, Víctor Hugo Acuña y Elizabeth Fonseca, entre otras personas investigadoras, quienes, a través de los llamados Avances de investigación, publicaciones de libros y artículos, estudiaron el periodo colonial con la finalidad de profundizar en el conocimiento de esta etapa y desmitificar la idea de la Costa Rica rural igualitaria, mayoritariamente pobre, que habría conformado una democracia rural que fue la base posterior de la Costa Rica republicana.

Publicado originalmente en

Las investigaciones de los estudiosos del periodo colonial del CIH, demostraron que la sociedad de la provincia de Costa Rica no era igualitaria sino más bien estratificada y diferenciada en su interior y dominada por una élite de encomenderos, burócratas y comerciantes, quienes tuvieron el control de las principales actividades económicas de exportación. Los trabajos demostraron también una importante vinculación económica de la provincia con otros territorios americanos, a través del comercio y la producción de subsistencias, así como de cacao y tabaco. Este panorama contribuye a explicar la vocación agrícola de la provincia, en su transición hacia un Estado independiente y la importancia de la acumulación de capitales para la inversión en actividades productivas, en la búsqueda de una vinculación al mercado internacional durante los primeros años de la independencia, lo cual se lograría con la agricultura comercial del café y más tarde, con el banano.

Como producto del “Plan General de Historia de Costa Rica”, han sido publicados cinco libros que toman en cuenta la época colonial; en 1990 salieron a luz pública los textos de Claudia Quirós y Eugenia Ibarra y, en 1991 el de Iván Molina. Los tres autores mencionados contribuyeron sobremanera a la construcción de la rica tradición investigativa de la historia colonial; Quirós lo hizo enfocando el tema de la estructura de la encomienda en Costa Rica y sus efectos económicos y sociales; Ibarra, por su lado, dio un importante aporte a los estudios etnohistóricos analizando las sociedades cacicales y el impacto sufrido en el momento de la conquista; Molina analizó a profundidad la problemática de la transición económica y social de la sociedad colonial a la sociedad capitalista. Estos textos fueron premiados por el Ministerio de Cultura Juventud y Deportes y la Academia Costarricense de Geografía e Historia.

A partir de aquí, pasaron muchos años de preparación de los dos próximos textos, que fueron publicados en 2001 y 2006, respectivamente. El libro correspondiente al siglo XVIII salió con el aporte de Elizabeth Fonseca, Patricia Alvarenga y Juan Carlos Solórzano, y el de la conquista de Costa Rica fue realizado por Juan Carlos Solórzano y Claudia Quirós.

"Las relaciones con distintas instituciones nacionales como los museos y los Ministerios de Educación Pública y de Cultura y Juventud han llevado al desarrollo de simposios, conferencias y publicaciones conjuntas para fortalecer la difusión y divulgación del conocimiento histórico colonial."

Los estudios demográficos sobre la Colonia también han sido desarrollados por proyectos de investigación gestionados desde el CIHAC. Estos han contribuido a reconocer los orígenes diversos y multiculturales de la población costarricense actual, comenzando desde la época precolombina hasta el presente. Los aportes han sido significativos ya que cuestionaron la imagen de la sociedad “blanca e igualitaria” de la Costa Rica del pasado; estudios en los cuales fueron muy importantes los aportes de María de los Ángeles Acuña y Doriam Chavarría, estas autoras comenzaron investigando el mestizaje en el siglo XVIII; aunque, en los últimos años, Acuña León ha ampliado su panorama a los siglos anteriores.

Otros temas tratados han sido los de Historia de las Mentalidades, la religiosidad, el género, la etnicidad, las poblaciones indígenas, la historia económica y monetaria, las redes sociales y de poder, la historia ambiental, los puertos centroamericanos y las milicias, especialmente desarrollados por Carmela Velázquez, Verónica Jerez, Manuel Chacón, Alejandra Boza, Eduardo Madrigal, Elizet Payne y Esteban Corella. Rina Cáceres aportó notablemente en el estudio social de las personas esclavizadas en los siglos coloniales. En la actualidad los estudios se perfilan hacia investigaciones sobre la cultura material del Periodo Colonial, la discusión sobre los temas, problemas y enfoques de la Historia Colonial y de las tres décadas posteriores a la independencia centroamericana, la participación en estudios interdisciplinarios sobre el desarrollo de metodologías para la conservación y restauración de bienes culturales y como uno de sus productos principales se está en la edición del libro faltante que completa la historia del periodo colonial dentro de los estudios realizados por el CIHAC: “Costa Rica en el siglo XVII: política, economía, sociedad y cultura”, una investigación elaborada por un equipo de personas investigadoras para brindar un panorama comprensivo de este periodo.

Los programas que han estudiado la Historia Colonial en el CIHAC, aunque han modificado sus nombres a lo largo de 40 años, han tenido fuertes nexos con el exterior, lo cual ha abierto más posibilidades de publicación, participación en congresos, simposios y talleres; pero, sobre todo, el nexo con historiadores de otros ámbitos ha permitido la ampliación de las problemáticas que se analizan, así como, del conocimiento y procesamiento de las fuentes, las teorías y las metodologías. Las relaciones con distintas instituciones nacionales como los museos y los Ministerios de Educación Pública y de Cultura y Juventud han llevado al desarrollo de simposios, conferencias y publicaciones conjuntas para fortalecer la difusión y divulgación del conocimiento histórico colonial. En este último aspecto, los Programas de Historia Colonial del CIHAC, han tenido y tienen, un fuerte compromiso con la educación formal y con diversos sectores de la población con los cuales se interactúa a través de actividades para la actualización del profesorado del sistema educativo costarricense y ponen a disposición de las diversas comunidades el conocimiento sobre sus orígenes y el sustrato histórico colonial que forma parte de su acervo y de la identidad cultural costarricense.

Elizet Payne Iglesias
Escuela de Historia – CIHAC
ELIZETH.PAYNE@ucr.ac.cr
 
Manuel Chacón Hidalgo
Escuela de Historia – CIHAC
MANUELBENITO.CHACON@ucr.ac.cr

Celebración del Día de Muertos – Facultad de Ciencias Sociales

La Escuela de Historia se une a la celebración del Día de Muertos

LA FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES

 

en colaboración con

 

la Rectoría, la Escuela de Ciencias de la Comunicación Colectiva, la Escuela de Historia, la Escuela de Artes Musicales y la Escuela de Artes Dramáticas y

 

EL INSTITUTO CULTURAL MEXICANO

 

INVITAN A LA CELEBRACIÓN DEL DIA DE LOS MUERTOS

EN LA FACULTA DE CIENCIAS SOCIALES, U.C.R.

 

LUNES 31 DE OCTUBRE, 5 P.M.

INAUGURACIÓN DEL ALTAR DE MUERTOS*

Entrada principal del edificio

*Se invita a estudiantes y personas funcionarias, traer duplicados de fotografías de familiares fallecidos (formato 10 x 15 cm o menos).

 

JUEVES 3 DE NOVIEMBRE, 5 P.M.

CONFERENCIA: “La festividad del Día de los Muertos en México. Origen y actualidad”

Dr. Javier Villaseñor Alonso

Sala de la Biblioteca Eugenio Fonseca Tortós.

 

El 12 de octubre, la efeméride esencial desde hace cinco siglos… y 30 años

El 12 de octubre, la efeméride esencial desde hace cinco siglos… y 30 años

El Semanario Universidad realizó una entrevista a la Dra. Elizet Payne Iglesias, de nuestra unidad académica, en la que se discute el impacto del encuentro entre culturas y posterior conquista de América, las características de esta primera globalización, los procesos de resistencia indígena y la función social y política de la efeméride del 12 de octubre en la sociedad actual.

Puede leer el artículo completo en el siguiente enlace:

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Randall Chaves Zamora: ”Hay una juventud costarricense antes de las protestas contra Alcoa y otra después”

Randall Chaves Zamora: ”Hay una juventud costarricense antes de las protestas contra Alcoa y otra después”

Por: Juan Pablo Rodríguez Campos (ODI)

24 de abril del 2022.

El 24 de abril de 1970 se dio el primer movimiento estudiantil que se haya registrado en la historia del país, cuando estudiantes de la única universidad existente en el país por esas fechas, y estudiantes de secundaria, se opusieron, en solidaridad con la población de Pérez Zeledón, a la instalación de la compañía estadounidense Compañía de Aluminios de América (Alcoa por sus siglas en inglés) en dicho lugar con la venia de los Poderes Ejecutivo y Legislativo. Dicha compañía pretendía explorar y extraer bauxita, mineral que constituye la materia prima del aluminio. Desde que se supo que la iniciativa de ley había sido aprobada por la Asamblea Legislativa, el movimiento manifestante hizo una serie de huelgas y protestas contra la propuesta, y no cejó hasta obtener la revocación del permiso legislativo a ALCOA. Sin embargo, la lucha no inició ni terminó allí.

Dos años antes, una estudiante de Derecho de entonces había estudiado las implicaciones legales del contrato entre el gobierno costarricense, presidido por José Joaquín Trejos Fernández, y la compañía estadounidense, y había advertido de que para el país los perjuicios de dicho acuerdo eran mucho más que los beneficios. Pero después de la conclusión de dicha lucha, comenzó el legado de movimientos estudiantiles, y ya nunca volvieron a un pasado inerte y pasivo. Desde esta fecha, se ha convertido en un agente de lucha por la justicia social muy importante.

Estos fueron parte de los hallazgos del joven historiador e investigador del Centro de Investigaciones Históricas de América Central de la Universidad de Costa Rica (CIHAC-UCR), Randall Chaves Zamora, quien estudió todos estos fenómenos en su tesis de maestría y luego lo convirtió en un libro. Él mismo conversó con esta oficina sobre este acontecimiento.

–¿Cómo fue el abordaje del conflicto de Alcoa más allá de los discursos preexistentes a partir de sus hallazgos sobre el tema?

–Randall Chaves Zamora (RCZ): Mi tesis de maestría se convirtió en un libro, que se publicó en 2021 por la UNED (se levanta, trae una bolsa de libros, saca un ejemplar, lo muestra ante las cámaras y se vuelve a sentar), este libro ¿ves?, se llama Rebeldía de la memoria, nació con una inquietud principal, que era poder explorar más allá de lo que se conocía oficialmente sobre el movimiento estudiantil costarricense de 1970 y yo me enfrenté a tres grandes problemáticas historiográficas: la historia de la juventud de Costa Rica, la historia del movimiento estudiantil y la producción de la memoria, y con eso me refiero a cómo la generación de Alcoa habría recuperado lo que hizo en el pasado y cómo lo recuperaban las nuevas generaciones. Esta suerte de historia oficial que hay sobre las protestas contra Alcoa tiene varios componentes pero uno que me llamó la atención fue el relato masculinizado que existía sobre los hechos de Alcoa versus el silenciamiento de las voces femeninas que habían participado de la protesta. Esto a mí no me llevó a hacer un estudio sobre el género de las protestas pero sí a puntualizar ciertos temas que la memoria recordaba con mayor énfasis: las acciones violentas, las protestas callejeras, los análisis serios… sin embargo habían procesos previos, como un estudio que hizo una joven estudiante, que hablaba sobre que esta protesta no solo tenía una trayectoria política previa que había empezado en 1968, sino que era muy plural en términos políticos (…). También me parece que era un movimiento estudiantil en el que a pesar del calor de la Guerra Fría se escuchaban bastantes voces y existía la posibilidad de discutir entre jóvenes de izquierda y jóvenes no tan o para nada de izquierda. Yo rescataría tres hallazgos de la investigación que hice y convertí en libro: lo primero, las protestas contra Alcoa están enmarcadas en un contexto transnacional donde la juventud a nivel mundial empieza a tener otra importancia. Lo segundo, un floreciente imperialismo que existe en Costa Rica a partir de 1970 y que empieza a hacerse mucho más evidente con las protestas contra Alcoa y el carácter de defensa de soberanía nacional que esto tenía. Otra cosa que me parece relevante es la cantidad de liderazgos estudiantiles que se convierten en autoridades universitarias, y como tales reinventan la Semana Universitaria, originalmente concebida entre 1948 y 1970 como un espacio de recuerdo de esa fecha y permite llenarlo de contenido político el movimiento estudiantil y adaptarlo. El libro no enfrenta a la narrativa oficial, pero sí la contrasta en ponerla en su dimensión histórica y con otras narrativas de otras juventudes.

–Me comentaba sobre liderazgos femeninos invisibilizados y estudiantes que llegaron a ser autoridades universitarias. ¿Podríamos conocer algunos ejemplos?

–RCZ: En este momento yo tenía mi primer capítulo bastante avanzado y me encuentro con una noticia en el periódico Libertad del Partido Vanguardia Popular de 1968 que explica que la primera persona que habló de las implicaciones negativas que Alcoa tenía en Costa Rica era una muchacha llamada Iris Navarrete Murillo. Preguntame si yo había oído de ese nombre ¡Nunca! Entonces ahí surge la pregunta de investigación y como soy un investigador joven (28 años) lo primero que se me ocurre a las 2 am es meterme a Facebook y buscar si existe Iris Navarrete Murillo. La encuentro, nos contactamos por Facebook, le pregunto si es la persona a que se refiere la noticia, me responde que sí, con ella tuve dos entrevistas a profundidad, me cuenta que en 1968 se empezó a discutir el contrato con Alcoa. Me dice que era estudiante de derecho, militante de Liberación Nacional y Juventud Católica, y como ensayo final de curso le propuso a su profesor el análisis del contrato que Alcoa le estaba proponiendo a la Asamblea Legislativa. Se sienta, lo analiza, y este contrato tenía condiciones muy pesadas, como referente histórico se parecía a los contratos que Costa Rica había firmado con las bananeras de principios del siglo XX. Entonces Iris me dijo “esto era un adefesio jurídico y la Asamblea quería firmarlo”, y en 1969 ella propone en un congreso universitario hacer una ponencia sobre eso, ella va al Congreso, presenta su ponencia sola con 22 años y terminando su carrera, explica por qué la Universidad debería oponerse, y recomienda al final que el movimiento estudiantil se oponga, la universidad le pida a la Asamblea Legislativa que no analice el contrato, sino que lo rechacen de plano, y que desde que se empiece a discutir ese contrato, el movimiento estudiantil salga a la calle. Esta es una tendencia rupturista, porque antes de 1970 el movimiento estudiantil no era tirado a la calle y pedían permiso al rector para protestar, tomar un aula, dejar la clase y tomar un aula para protestar por algo. Dichas protestas se materializaron en protestas políticas callejeras, cuando ella ya no era estudiante, y ya trabajaba. Su acción política es la cantera del movimiento estudiantil, y llama la atención que con los años no fue recordada. No fue una figura política de izquierda, no fue una comunista reivindicada como tal no era beligerante, simplemente hizo un estudio que impactó. Las personas que se recuerdan a menudo son líderes universitarios, personas reconocidas en la universidad desde que eran estudiantes, presidentes de Asociaciones Estudiantiles o dirigentes de juventudes ajenas a la universidad, y son las que se recuerdan con el paso de los años porque ponen el cuerpo y la cara en las acciones políticas ante la Asamblea Legislativa, se oponen a la represión policial durante las manifestaciones del 24 de abril de 1970 y con el paso de los años ocupan puestos como decanos y directores de la Universidad de Costa Rica. Llama la atención que la generación de Alcoa toma una posición tan preponderante en el movimiento estudiantil que monopoliza la memoria del movimiento estudiantil. Si de algo nos puede servir es para recordar a la juventud que se movilizó en 1970, pero también en las que vinieron después de 1970, las que se movilizaron en esa década, las juventudes que se movilizaron en 1980 y no solo en San José, y las que lo hicieron cuando el Estado cambió de manera definitiva a finales del siglo XX e inicios del siglo XXI, que son juventudes que al igual que la generación de Alcoa tuvieron su importancia en la historia nacional.

Otro actor que me parece que no es recordado con el suficiente énfasis es el Movimiento Estudiantil de Secundaria. Vos ves la portada de este libro (lo acerca a cámaras), y es al propio. Vos ves los rostros y no es por infantilizarlos, pero son en su mayoría niños. Y así son las fotografías de la generación de Alcoa, salen estudiantes de colegio (abre el libro y muestra algunas fotografías de estudiantes de colegio en las marchas). Estos fueron los que llenaron las calles de gente y con los años no quedó suficientemente visibilizado. Este monopolio del recuerdo hizo que el movimiento visibilizado fuera el de la Universidad de Costa Rica sin pensar en las otras universidades públicas y sin pensar en las coyunturas que les tocó vivir a las nuevas generaciones. Yo sí sostengo que no es lo mismo protestar en la Costa Rica de 1970 que en la del Siglo XXI. Son condiciones totalmente distintas, hay muchas más universidades y las juventudes son mucho más plurales.

–Ahora que toca que no había suficientes universidades, tome en cuenta que por esas fechas del 68 y 70 no había otras universidades ni públicas ni privadas, era esta (Universidad de Costa Rica), si acaso se había hecho la Sede de Occidente y ya, eso era todo.

–RCZ: Y en ese momento existía la Normal. A lo que me refiero con esto no es que no se les dio pelota a otras universidades. Me refiero a que conforme pasaron los años las memorias de Alcoa capitalizaron tanto la memoria del movimiento estudiantil en general que la misma Universidad Nacional (UNA) reivindica los movimientos de Alcoa a pesar de que es un recuerdo que en términos institucionales no sucedió ahí. En el TEC entre 1980 y 1982 un grupo de estudiantes protestó por mejores condiciones de la representación estudiantil, sin embargo estas protestas no habían empezado a estudiarse hasta hace muy pocos años, y que aunque ya se estudiaron no ocupan el mismo lugar que la memoria de la generación de Alcoa. Por eso digo esto. En el momento en que recordamos a la generación de Alcoa esto nos debe servir como un catalizador para pensar en las acciones políticas de otras juventudes de otros tiempos históricos, no solo de 1970.

–¿Cuáles diría que son las principales lecciones y desafíos a futuro a partir de un suceso como este encadenado a todos los procesos históricos previos y posteriores?

–RCZ: A mí lo que me parece fundamental de las protestas contra Alcoa y eso hay que reconocerlo con toda la justicia histórica es que la juventud es una antes de las protestas contra Alcoa y otra después. No solamente en la autorrepresentación de la juventud sino también en la forma en que los adultos ven a la gente joven. Eso es fundamental y es un proceso que había empezado antes, desde 1968, con las revueltas juveniles transnacionales. Las políticas y los políticos empezaron a ver a la juventud con otros ojos, a leerla de otra manera y a utilizar un vocabulario diferente cuando se referían a la gente joven. La gente joven pasó de ser una promesa para el futuro a convertirse a veces en una amenaza para la estabilidad política del presente. Yo creo que algo fundamental es pensar en ese antes y este después que permite esta generación que vive estos años convulsos. No digo que sean solamente las protestas contra Alcoa las que marcan este quiebre, sino la generación de gente joven que vive entre 1968 y 1970, y las lecciones aprendidas de esto es que la acción política de la juventud puede generar cambios incluso en políticas públicas. Después de las protestas contra Alcoa y las políticas y los políticos de este país se dieron cuenta de que algo estaba cambiando entre la juventud surgieron procesos que son relevantes: se redujo la mayoría de edad para ejercer el voto, de 21 a 18 años, se crea el Ministerio de Cultura con una oficina importante para atender las problemáticas de la juventud y en vocabulario político hay un cambio muy evidente en esto que te decía anteriormente: la juventud pasa de ser la promesa del futuro a ser lo que nos puede desestabilizar políticamente en la actualidad. Este cambio sí me parece muy importante de recalcar. Hay otras cosas que tienen que ver con patrones de consumo que son muy relevantes pero no les doy tanta importancia en el libro. Empieza a ser común entre hombres jóvenes utilizar barba larga, y sus profesores que la usaban como símbolo de elegancia empiezan a confundirse, y que eso debería llevar a los adultos a cortársela más bien, ya que se estaba convirtiendo en símbolo de rebeldía. Las mujeres empiezan a tomar más espacio en las discusiones públicas. Eso me parece un cambio relevante, y cambia por completo la forma en que la juventud es autorrepresentada en la forma de vestirse. Antes un joven universitario vestía saco y corbata para ir a clases, empieza a haber discusiones por las faldas más cortas de las mujeres y ausencia de los sacos y corbatas.

–¿Cuánto ayudó la formación recibida en la Escuela de Historia y su labor cotidiana en el Centro de Investigaciones Históricas de América Central al abordaje de estos procesos a lo largo de sus trabajos sobre este tema?

–RCZ: Yo siempre rescato que mi formación en la Escuela de Historia como estudiante me permitió acercarme a este tema de investigación, que posteriormente desarrollé en la maestría de historia y tuve un apoyo fundamental del Centro de Investigaciones Históricas de América Central donde soy investigador, y ahí se me dio la oportunidad de inscribir un proyecto siendo estudiante de maestría donde pude discutir con investigadores de trayectoria, y de manera paralela a cuando yo estaba trabajando las protestas contra Alcoa estaban estudiando el tema de la juventud. En 2018 publicamos un libro que editaron David Díaz e Iván Molina que se llama La inolvidable edad , donde yo tengo un capítulo sobre historia de la juventud. Y eso se convirtió para mí como un semillero donde pude tener discusiones sobre la historia de la juventud, que me llevaron a poder hacer esto. En Costa Rica la investigación sobre historia de la juventud ha venido en mucho del CIHAC, y yo me encontré en un ambiente de mucho respeto epistemológico, me permitieron estudiar este tema con mucha libertad dentro de los límites mínimos. Creo que tanto el posgrado como la Escuela y el CIHAC facilitan que sus investigadores vayan por temáticas que les apasionen. Yo creo que cuando a uno le apasiona un tema de investigación, escribir una tesis deja de ser un fastidio (risas) y se convierte en un recreo. Eso para mí fue lindísimo, y sí creo que la posibilidad que permite la unión de estas tres instituciones permite que estudiantes de bachillerato puedan sentarse en una mesa con investigadores de altísima trayectoria a discutir de temáticas en común y este intercambio de ideas es muy valioso para la investigación en este país, y se sigue investigando la juventud. Después de esto, yo como parte de mi trabajo en el CIHAC pude escribir cosas que yo iba encontrando a la hora de hacer la tesis, la visita de unos hippies en 1968, dije ‘me encantaría escribir un artículo sobre eso, pero voy a dejar estas fuentes por aquí’, y luego retomé estas fuentes y pude escribir sobre los hippies, la forma en que el antiimperialismo caló en la juventud a finales de los 60 y en cómo ha ido valorando de diferentes maneras el nacionalismo costarricense y ha permitido el intercambio de ideas. Tengo conocimiento que otras personas siguen estudiando temáticas sobre el movimiento estudiantil y la juventud.

–¿Cuántos nichos de investigación le ha abierto esta temática, sabiendo que 50 años realmente no es nada para la historia comparado con procesos como las Batallas de Santa Rosa, Rivas?

–RCZ: Yo me encontré que había una bipolaridad ideológica muy marcada entre lo que en ese contexto era la izquierda y la derecha, y ese es el proceso que conocemos como la Guerra Fría, de 1945 a 1991. La agenda de investigación más clara que me dejó estudiar el movimiento estudiantil de 1970 fue un interés muy inquieto por la Guerra Fría, actualmente estoy estudiando las dinámicas intelectuales de la Guerra Fría en la Universidad. Me interesa el financiamiento de los Estados Unidos a los proyectos de investigación a la Universidad, hubo muchos entre 1960 y 1970. Las dinámicas estaban tan cruzadas que cayó en cuenta que la Guerra Fría no era un proceso histórico. En la misma universidad había enfrentamientos ideológicos que solo se explican con los lentes de la Guerra Fría, y yo he empezado a comprender que además de un hecho histórico también es un marco explicativo que nos permite comprender por qué las cosas pasan en un contexto determinado. Hay un historiador de inglés que dice ‘al estar en un tema de investigación durante la Guerra Fría hay que preguntarse estas protestas fueron así por la Guerra Fría o pudieron haber sucedido en caso de no haber esta disputa ideológica’, y está claro que este conflicto está cruzado ideológicamente por un mundo partido en dos en términos ideológicos y esta fue la agenda de investigación que me dejó a mí las protestas contra ALCOA, analizar la Guerra Fría. En Costa Rica tiene una trayectoria que ha salido del CIHAC, y en 2017 se publicó un libro sobre la Guerra Fría, pero permite pensar en Costa Rica, porque las élites políticas también actuaron y permitieron que pasaran ciertas cosas en este contexto, y en la Universidad de Costa Rica es interesante ver cómo la Guerra Fría moderniza las ciencias sociales, las convierte en una disciplina intelectual de primer orden, son intelectuales combativos, de avanzada, con un pensamiento muy progresista y muchas veces son financiadas por Estados Unidos, y no se pone en margen de investigación la libertad de pensamiento.

Fuente del artículo: Noticias UCR

Sobre el autor:

Juan Pablo Rodríguez Campos
Periodista
Oficina de Divulgación e Información.

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Voz experta: La batalla de Rivas, acontecimiento e interpretación

Voz experta: La batalla de Rivas, acontecimiento e interpretación.

Por: David Díaz e Iván Molina

7 de abril del 2022.

Las investigaciones de Rafael Obregón Loría surgen como contrapeso a la historia oficializada de 1858 a 1931.

De las batallas libradas por los costarricenses durante la guerra contra los filibusteros liderados por William Walker (1856-1857), la más sangrienta fue la que tuvo lugar en la ciudad de Rivas el 11 de abril de 1856.

Los detalles de este combate se conocen gracias a las amplias investigaciones del historiador Rafael Obregón Loría (1913-2000), quien fue profesor de la Universidad de Costa Rica entre 1946 y 1981.

En relación con esta batalla, se pueden identificar dos interpretaciones principales: la elaborada por los historiadores nacionalistas liberales entre 1885 y 1931, y la propuesta por Obregón Loría en 1956.

Batalla de Rivas

Señala Obregón Loría que luego de la batalla de Santa Rosa (20 de marzo), las tropas costarricenses, al mando del propio presidente de la República, Juan Rafael Mora Porras, se adentraron en territorio de Nicaragua

El 6 de abril, dichas fuerzas llegaron a la aldea de Santa Clara y, al día siguiente, dos comisionados de Rivas se presentaron allí para invitar a Mora a que pasara a esa ciudad, lo cual hizo el 8 de abril. Conocedor de esta situación, Walker, quien se encontraba en Granada, trazó un plan para capturar al mandatario y su Estado Mayor.

Los filibusteros atacaron Rivas alrededor de las ocho de la mañana del 11 de abril. Tomadas por sorpresa, las fuerzas de Costa Rica llevaron la peor parte, por lo que el plan de Walker casi tuvo éxito. Sin embargo, el ejército costarricense se repuso y empezó a equilibrar las acciones.

Pronto, una parte de la ciudad de Rivas permaneció en manos de los costarricenses, mientras la otra era controlada por los filibusteros. En un intento por desalojar a estos últimos, el Estado Mayor ordenó la quema de una edificación llamada el mesón de Guerra, acción en la que perdió la vida el tambor alajuelense Juan Santamaría.

A partir de las cinco de la tarde, el fuego cruzado entre ambas partes se redujo. Walker aprovechó las horas de la noche para preparar la retirada. Si bien no existe consenso acerca de cuántos muertos hubo, el total –después de unas veinte horas de combate– habría oscilado entre un mínimo de trescientos y un máximo de setecientos cincuenta.

Días después de la batalla, empezó a extenderse el cólera entre las tropas costarricense. Al retornar desordenadamente a su país, dichas fuerzas desencadenaron una epidemia que cobró la vida de entre el 8 % y el 10 % de la población de Costa Rica.

Nacionalismo liberal

En la década de 1880, según lo ha analizado el historiador canadiense Steven Palmer, los políticos e intelectuales liberales se dieron a la tarea de construir la nación costarricense como una comunidad imaginada.

Con este propósito, hicieron una recuperación selectiva de la guerra de 1856-1857. Si bien reconocieron el liderazgo de Mora, centraron su interés en la figura de Santamaría. Mora, derrocado en 1859, fusilado en 1860 y a quien se había vinculado con diversos actos de corrupción, era demasiado controversial todavía para servir de base como héroe nacional. Santamaría, en cambio, era el héroe perfecto: de origen popular, murió en el extranjero para defender el orden existente en Costa Rica.

También promovieron una versión de las acciones militares que sobredimensionaba la importancia de las batallas de Santa Rosa (20 de marzo) y Rivas (11 de abril), a la vez que minimizaba la toma de la llamada Vía del Tránsito y de los vapores que la servían. A esto último contribuyó que dicho proceso todavía no se conocía muy bien y a que fue liderado por Máximo Blanco, un militar que tuvo destacada participación en el golpe de Estado que depuso a Mora.

Una de las razones principales por las que Walker llegó a Nicaragua en 1855 fue porque ese país se había convertido en el escenario de la principal inversión estadounidense en América Latina. Entre los puertos de San Juan del Norte en el Caribe y San Juan del Sur en el Atlántico el magnate Cornelius Vanderbilt desarrolló una vía que aprovechaba el río San Juan y el Lago de Nicaragua para movilizar pasajeros entre las costas este y oeste de Estados Unidos. Tal zona, fronteriza con Costa Rica, era considerada también como la más propicia para construir un canal interoceánico.

Para Walker era fundamental controlar la Vía del Tránsito para asegurarse el abastecimiento de reclutas, armas y municiones. Debido a esto, Costa Rica inició preparativos a finales de 1856 para apoderarse de esa ruta y de los vapores que allí operaban, lo cual consiguió a inicios de enero de 1857. Aunque la guerra se prolongó unos meses más, Walker acabó por rendirse el primero de mayo siguiente.

Obregón Loría

En 1956, al conmemorarse el centenario de la guerra de 1856-1857, Obregón Loría se rebeló contra la interpretación previa de los hechos militares, al publicar con la Editorial Universitaria el libro La campaña del tránsito 1856-1857.

Para los historiadores de la Universidad de Costa Rica David Díaz Arias e Iván Molina Jiménez la Batalla de Rivas ha sido, junto con la Batalla de Santa Rosa, una batalla sobredimensionada, mientras que la de la toma de la Vía del Tránsito en la segunda parte de la Campaña 1856-1857 ha sido infravalorada a partir de la narrativa contada desde los militares y transmitida de generación en generación por los sucesivos gobiernos. Pero, por otro lado, ha servido como inspiración para las diferentes luchas sociales en distintos momentos del tiempo luego de la década de los 30 del siglo pasado, desde comunistas, hasta el estudiantado universitario en las protestas de los 70 y 80, y las protestas contra las políticas neoliberales desde su inicio y hasta el presente. Foto: Laura Rodríguez Rodríguez.

Si bien esta obra consideró los antecedentes del conflicto militar y las batallas de Santa Rosa y Rivas, fue la primera que le dio la debida importancia histórica a la toma de la Vía del Tránsito y de los vapores.

Igualmente, en ese libro Obregón Loría señaló los múltiples errores que cometieron el presidente Mora (de quien él era gran admirador) y su Estado Mayor, y el costo enorme que tuvieron en vidas de soldados costarricenses.

Asimismo, Obregón Loría se pronunció a favor de la existencia de Santamaría y de su papel en la quema del mesón –algo puesto en duda por diversos investigadores–, pero no indicó que muriera en tal acción. De esta forma, implícitamente apoyó la versión de que habría muerto de cólera, sin prestar atención a la fuerte tradición oral, documentada desde 1857, que indicaba lo contrario.

La reinterpretación de la batalla de Rivas avanzó un poco más en 2007, cuando el historiador Víctor Hugo Acuña Ortega propuso, de manera cautelosa y en línea con el análisis de Obregón Loría, que en dicho combate el ejército costarricense evitó ser derrotado.

Fiesta

En 1915 se emitió el decreto por medio del cual se hizo obligatorio, feriado y festivo el 11 de abril, mientras que la primera celebración que ocupó a Alajuela en ese día y la convirtió en el centro de atención por parte de la prensa nacional, ocurrió un año después (1916). A partir de entonces, la fiesta  en honor al 11 de abril y a Juan Santamaría aumentó en proporción y actividades. 

Alajuela acaparó la atención pública, pues fue interpretada según un orden histórico por efecto de la celebración: la apertura de un desfile que comenzaba en la Plaza de la Agonía y terminaba en el Parque Juan Santamaría se volvió el rito oficial que cada año realizaban los costarricenses para iniciar las fiestas del 11 de abril. El otro lugar de parada obligatoria en el camino era la “casa donde nació y vivió” Santamaría.  

En los primeros años de la complicada década de 1940, el gobierno de Calderón Guardia contó con la ayuda de una parte de la prensa para identificar la Reforma Social (1940-1943) como un hito histórico que se encontraba entre los pilares de la historia nacional, a la par de la Batalla de Rivas.

Luego de la guerra civil de 1948 se amplió la participación de escolares y colegiales en la celebración y muchos grupos juveniles y políticos se apropiaron del recuerdo de la quema del Mesón.

A fines del siglo XX, se creó la Feria del Erizo pero la prensa nacional empezó a hablar de un decaimiento en el civismo. Como ofensiva, se produjo un llamado a la regulación de la vestimenta y la música que se realizaban en los desfiles del 11 de abril que terminó con la implementación de un Manual de Celebraciones Patrias por parte del Ministerio de Educación.

En las primeras dos décadas del siglo XX, a las actividades oficiales y los desfiles de los párvulos en Alajuela se le han unido fuertes protestas contra las políticas neoliberales y los mandatarios.

Entre 2020 y 2021, la pandemia impidió el recuerdo oficial en espacios públicos del 11 de abril, pero la fuerza de esa celebración y sus contenidos es tan importante, que está allí a la espera de ser retomada por nuevos actores.

Lecciones y retos

En Costa Rica, el uso del pasado con fines políticos no ha sido excepcional. Se evidenció una vez más a inicios de 2021, cuando la Asamblea Legislativa declaró a José Figueres Ferrer, el líder de la guerra civil de 1948, “héroe de la paz”. Eso es así, porque el uso del pasado ha probado históricamente ser muy importante en la movilización política y social.

La batalla de Rivas usualmente se rescata como un evento determinante por el sentido esfuerzo de organización y movilización al que apela y, por supuesto, por los hilos nacionalistas que toca.

Pero también ha sido un evento utilizado por grupos contestatarios para denunciar y enfrentar el imperialismo, como lo hicieron los comunistas costarricenses entre 1931 y 1948 y, luego, los estudiantes universitarios en las décadas de 1970 y 1980 y las protestas contra las políticas neoliberales después de 1982.  

De ese modo, el pasado es, por sí mismo, un espacio de lucha. Pero frente a las memorias oficiales, hay que recordarlo, se levanta siempre la trinchera de los historiadores profesionales, armados con sus fuentes, sus métodos para procesar la información y sus teorías para interpretar los resultados.

Fuente del artículo: Voz Experta, UCR

Sobre los autores:

David Díaz Arias
Historiador, docente Escuela de Historia, Director del Centro de Inνestigaciones Históricas de América Central de la Uniνersidad de Costa Rica
david.diaz@ucr.ac.cr

Iván Molina Jiménez
Historiador, docente Escuela de Historia
ivan.molinajimenez@ucr.ac.cr

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